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Presencia cubana en el espectro musical de México (II)

25 de octubre de 2018

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Continuación

 

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Incluso, la relación incluye a varias generaciones de cinéfilos y discófilos, incluyendo a las más recientes, que aceptan a estos recursos con una preferencia especial.

Particularmente, estas derivaciones se mueven entre la curiosidad, el puro disfrute o apreciaciones históricas de un arte, si bien añejo, pero que deviene documento cierto de segmentos estéticos, luego influyentes en la cinematografía, la discografía y la radiofonía latinoamericana.

En verdad, estos exponentes visuales/sonoros  revelan el desfile de lo mejor y más representativo de la música mejicana de los años 40-60, entonces ampliada por un brillante calidoscopio, configurado por grandes estrellas de la canción incidiendo en el cine y la discografía.

Considérese en este amplio cancionero, la incidencia, de manera precisa, de un fulminante cúmulo de melodías populares cubanas, interpretadas por una constelación de apreciables, o no, exponentes cubanos, vinculados con los del país azteca, a causa de una reveladora diáspora de músicos de Cuba.

El definitivo empalme sobrevenido en el celuloide, la radio y el acetato fonográfico, entre el quehacer músico de México y Cuba, coadyuvó a un resultado feliz para ambas expresiones culturales, amén de tributar bellas melodías al cancionero romántico latinoamericano del siglo XX.

Para las industrias cinematográfica, discográfica, radiofónica e incluso del espectáculo artístico de México en general, esta acción encarnó la ruptura con un subyacente estancamiento del arte musical mejicano, intrínsico en el espectro histórico-cultural de estos recursos y muy especial en la cultura musical de este país.

Para Cuba, estos contactos encarnaron la expansión de una imagen/sonoridad, como expresiones estéticas, de una apreciable aptitud seductora, capaz de lanzar señales hasta entonces desconocidas o en ascenso.

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