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Poníendole emoción a la vida

2 de agosto de 2013

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Cuando la semana pasada hablaba del autoconocimiento les decía dos cosas importantes; que es imprescindible conocerse para poder mejorar y que ninguno de nosotros nos conocemos lo suficiente, porque no es algo que nos enseñen a hacer, ni en la escuela ni en la casa, y por ello les sugería -para quienes estén interesados en el tema que comenzaran haciendo un ejercicio de autoconocimiento, haciendo un pequeña encuesta. Y ahora les digo otro aspecto importante y es que todas nuestras actitudes ante la vida están acompañadas de emociones, por lo que ninguna de nuestras conductas, ninguna de las cosas buenas o malas que hacemos están desprovistas de emociones, siempre nos acompañan, y ya hemos hablado de algunas de ellas; del miedo y la ira, aunque no son las únicas. Tan importantes son las emociones en la vida que muchas veces recordamos alguna situación por la emoción que sentimos en aquel momento y volvemos a experimentar esa emoción solo con el recuerdo, y si es una emoción buena como es la alegría, gustamos de rememorar la situación a repetición, pero si es mala, como el miedo por haber estado en situación de peligro o la angustia de una enfermedad, rechazamos el recuerdo. Cierto es que la carga biológica de las emociones las hace difícil de controlar, pero no imposible, ya que son manejables y educables, porque si mantenemos el mito del descontrol emocional per sé estamos destinados a la regresión e involución. Así que ¡manos a la obra! Y con los resultados de la encuesta que supongo que ya hiciste (si no lo has hecho, nunca es tarde para empezar), vas a utilizar  esos resultados que son un material importante del que no te puedes deshacer y con el cual seguirás trabajando, porque ahora esas características que los demás y tú mismo han escrito que tienes, y me refiero a todo lo que escribieron, no solo a lo que es coincidente o divergente, sino a todo, van a ser útiles para seguir el aprendizaje del autoconocimiento. Pues bien, el siguiente paso es ubicar cada una de esas características en situaciones específicas de la vida. Por ejemplo; si dicen que eres intolerante ante los errores de los demás, ubícate en una situación real en que hayas demostrado esa intolerancia y explora la emoción que acompañó esa situación y mira si la revives ahora con el recuerdo. Lo mismo escoge algo positivo y también ponlo en una situación real vivida con la emoción acompañante, y si por ejemplo dicen que eres solidario, recuerda por ejemplo cuando ayudaste a alguien y que te hizo sentir. Después de esto, compara cual de las dos te benefició más en tus dos mentes; la racional y la emocional. Si la emoción de la cualidad positiva fue más gratificante, entonces ¿por qué mantienes actitudes que te dañan? ¿Acaso no puedes cambiar esa conducta negativa estresante por otra que logre el mismo resultado? Soy más explícita; si eres intolerante ante la indisciplina de tu hijo adolescente y regañarlo, gritarle, castigarlo te pone colérico con las consiguientes reacciones de  dolor de cabeza, opresión en el pecho, etc., entonces busca una forma alternativa de lograr que sea disciplinado, que puede ser acercarse más a él, pero no en la forma convencional de hablar, porque parece que eso no ha dado resultado, sino que se pueden ir el domingo a jugar pelota juntos o pescar, incluso a limpiar el patio trasero juntos para crear un espacio de interacción fuera del habitual “mando y ordeno” de los padres rígidos o el estilo “deja que haga lo que quiera” de los padres extremadamente tolerantes, y que al final llevan al mismo punto; incomunicación porque el adolescente hace su voluntad. Prueba entonces que emoción se siente al transformar un defecto en una virtud.

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