Plazuela del Espíritu Santo

6 de abril de 2020

|

Zenaida Iglesias Sánchez

Calle Cuba y Jesús María
Centro Histórico la Habana Vieja

 

 

Este espacio, forma parte de las pequeñas plazuelas que quedaron dispuestas frente a las construcciones religiosas en la ciudad, para el mejor desempeño de dichas actividades que allí se desarrollaban. De ahí que tomen el nombre del templo que las preside, en este caso, la iglesia del Espíritu Santo, considerada la más antigua de nuestro país. La primitiva ermita se construyó en 1638 y después el obispo Jerónimo Valdés la convirtió en iglesia parroquial. Hasta la actualidad continúa funcionando como iglesia católica.

 

 

Algunas de estas plazuelas fueron más espaciosas, como las que se abren frente al convento de Belén y el convento de Santa Clara. Otras fueron más pequeñas, como en este caso. Pero, si bien estaban directamente vinculadas con las actividades que desarrollaba el templo en los días festivos, también su espacio se vio ocupado indistintamente por los vendedores callejeros que, durante la colonia, establecieron allí sus menudos puestos de mercaderías, las que voceaban con pregones muy personalizados, el de aquí, considerado muy pintoresco, se llamó “La placita”.

 

 

Una vez entrado el siglo XX estas plazuelas fueron perdiendo su encanto y desapareciendo las funciones tradicionales que allí se desarrollaban. La construcción de nuevos edificios, afiliados a los modernos códigos del eclecticismo, con funciones habitacionales y civiles –oficinas, almacenes- en las plantas bajas, llevaron a la desaparición del ambiente tradicional que las caracterizó. Avanzada la segunda mitad de la pasada centuria, la pequeña plazuela del Espíritu Santo había perdido todos sus valores, apenas su espacio sumido en el abandono lo distinguía el caminante, hasta verse convertido en un vertedero de desechos.

 

 

Los trabajos de reanimación para los espacios públicos del centro histórico ejecutados por la Oficina del Historiador llegaron hasta aquí el pasado año. Se saneó la plazuela y al centro se sembró un árbol, como símbolo de permanencia y respeto, mientras que se dotó de mobiliario y alumbrado, a la vez que se llevó a cabo la reparación del templo. Ahora muestra una imagen digna este antiguo rincón de la ciudad histórica.