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Pequeña crónica (IV)

13 de marzo de 2015

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bach_01Hoy ofreceré el último fragmento del libro: Pequeña Crónica de Ana Magdalena Bach.
“No podía levantarse de la cama, pero no estaba ocioso –nunca lo había estado- y no desperdició ni un momento del breve tiempo que le quedaba. Trabajando en repasar y corregir sus dieciocho grandes corales para órgano, le abandonaron sus últimas fuerzas. /…/ ¡Con qué precisión recuerdo todos los detalles de aquellos últimos días, de aquellas últimas horas! Llevaba varios días padeciendo mucho y yo había pasado tres noches velando junto a su lecho y pensando constantemente: ¿Qué sentirá al soportar en la oscuridad todos esos dolores? Quienes vemos, no podemos imaginar qué es eso. Después le envió Dios un rato de alivio y me dijo que podría dormir por lo cual me mando a descansar. /…/ Nuestro querido yerno Cristo –ni Friedemann ni Emmanuel estaban en sacas- me prometió velarle mientras yo descansaba. Más tarde me contó que Johann Sebastián, de pronto, se incorporó y le dijo: “¡Christoph, trae papel! ¡Tengo música en la cabeza, escríbela por mí!¡Es la última música que compondré en este mundo: Ante tu trono me presento”
Me acerqué a la ventana y corrí un poco las cortinitas, miré cómo el sol del amanecer iba coloreando el cielo y procuré retener las lágrimas para que mi llanto no interrumpiese el sueño pacífico de mi amado.. Al cabo de un rato oí su voz apagada que me llamaba: “Magdalena querida, acércate. /…/ Con los ojos muy abiertos miraba hacia mí, ¡y me veía! ¡Sus ojos apagados por el esfuerzo y el dolor se habían vuelto a abrir y tenían un brillo doloroso!. Fue el último regalo que le hizo Dios: devolverle la vista poco antes de su fin.. /…/ Yo le acerqué una hermosa rosa roja y su mirada se posó en el brillante color. “Magdalena –me dijo- donde ahora voy veré colores más hermosos y oiré la música que hasta ahora sólo hemos podido soñar. ¡Y mis ojos verán al mismísimo Señor!
Un martes por la tarde, a las ocho y cuarto del 28 de julio de 1750, falleció. Tenía sesenta y cinco años. El viernes por la mañana lo enterramos en el cementerio de San Juan de Leipzig

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