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Pedro Infante

12 de marzo de 2020

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Pedro Infante murió a los 40 años, al estrellarse pilotando su avión. El desastre ocurrió el 15 de abril de 1957. El año anterior había filmado Tizoc, en que interpretaba a un humilde indio, en sobria actuación que le valió el Oso de Plata del Festival Cinematográfico de Berlín.

La muerte vino a troncharlo todo, hasta aquel sincero comentario que expresara a un periodista:

“En ninguna parte puede haber más generosidad, más entusiasmo que en Cuba. Di que estoy dispuesto a ir siempre que me llamen y que si soy mexicano por los cuatro costados, me siento cubano de corazón.”

Septiembre de 1952 pudiera llamarse el mes de Pedro Infante, al menos entre nosotros, porque cuanto hizo y dijo en La Habana el actor visitante devino tema de conversaciones en la calle y el ómnibus, la barbería y la oficina. La revista Bohemia lo presentó a los lectores de su sección Tele-Radiolandia, a media página, con sombrero y bigote, en fotografía para las admiradoras.

El Circuito CMQ de radio y televisión lo contrató con carácter exclusivo, en tanto “con éxito sin precedentes se presentó diariamente en el show de Radiocentro”, acompañado en el escenario por el Mariachi Vargas y la Orquesta del maestro Adolfo Guzmán.

Gente de la Semana, una revista gráfica de actualidad nacional, con muchos chismes y demás ingredientes publicitarios, dedicó al actor y cantante la portada de su edición del 21 de septiembre. La reportera a cargo de la entrevista sacó a Pedro Infante literalmente de la cama. El charro, medio en broma y medio en serio, le respondió así:

– ¿Mi revólver? Sí, me lo traje, pero es el de las películas, no se asusten. Cuando dispara es con fulminante; yo soy pacífico y tan suave como las cubanas deseen.

Y con su humor característico continuó afirmando que la principal razón de su gusto por La Habana no podía ser otra que “la belleza ondulante de las habaneras.”

En todo momento en el papel de galán, proyectó la imagen exacta que la publicidad esperaba de él. Pero lo cierto es que Pedro Infante fue portador sincero de una alegría contagiosa y se convirtió en un favorito de la tele y radioaudiencia cubana en su inimitable interpretación de la canción ranchera mexicana.

El cantor tuvo en Cuba lo que podemos llamar un contrato apretado, en el cual se incluyeron actuaciones radiales, televisivas, teatrales y de cabaret.

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