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Paulina Álvarez: la Emperatriz del danzonete (I)

10 de febrero de 2017

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Quizás a la distancia del tiempo transcurrido, este escrito disimule cierto gustillo por la cursilería, y en verdad, no es pecado abordar el término cursi como requisito primero, al intentar la valoración de una gran figura del arte musical popular del ayer, de hoy y de siempre.

Nacida en Cienfuegos el 29 de junio de 1912, Paulina Álvarez con ocho años, hace sus primeros pininos como cantante; a los catorce años se traslada junto a su familia a la capital, y con grandes esfuerzos aparece como cantante en sociedades bailables, teatros y en la radio. Sus comienzos en la difícil carrera de cantar, se remontan muy a principios de los años 30 en la radioemisora 2PC. En 1931, ya figuraba como solista en la Orquesta Elegante cruzando exitosamente por las orquestas de Ernesto Muñoz, Cheo Belén Puig, Hermanos Martínez, y Neno González; hasta que en 1938, decidió organizar su propia orquesta, luego reformulada, en 1940, junto a su esposo, el violinista Luis Armando Ortega, junto a una verdadera constelación de excelente músicos, encabezados por el pianista Everardo Ordáz, agrupación con la que cobró destaque en un programa radial transmitido por CMQ. Sus primeros éxitos como vocalista, fueron el bolero-son Lágrimas negras, del inmenso Miguel Matamoros; y Mujer divina, del músico-poeta mejicano Agustín Lara.

Poseedora de una discreta pero importante discografía, esta manifestación la destacó de manera excepcional en el marco comparado con otros vocalistas de la época. A finales de 1939 y principios de 1940, Paulina Álvarez enfrentaría junto a su orquesta los estudios de grabaciones de la Victor, dejando para el acetato antológicas piezas como el danzón Almendra (V-82768); la rumba Pimienta y sal; la guaracha Cacarajícara; y para 1940 el bolero-son Honda Pena, de la carpeta autoral de Joaquín Mendivel; y el bolero No te importe saber, de René Touzet.

En 1959 el maestro Odilio Urfé la llama para participar en el proyecto de un Long Play para el sello Panart, dirigido por Gilberto Valdés, titulado Gran Charanga de Conciertos, agrupación configurada por sesenta y cuatro profesores donde hizo una magistral interpretación del danzonete Rompiendo la Rutina.

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