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Patriotas desconocidos en “Patria”

4 de enero de 2023

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Son diversas las razones que explican el liderazgo de José Martí entre las emigraciones cubanas, el cual le fuera reconocido por estas al elegirlo hasta su muerte como el Delegado del Partido Revolucionario Cubano. Una de esas causas, quizás insuficientemente advertida es el trato personalizado para cuanto cubano conoció, más allá de su representatividad y méritos patrióticos. Junto a generales y otros jefes y oficiales mambises, junto a personas que pusieron sus bienes al servicio de la patria libre, junto a intelectuales y artistas reconocidos, junto a cualquier cubano que se destacase en cualquier campo, junto a aquellos inseparables colaboradores y amigos que le acompañaban a diario, el Maestro reconoció con frecuencia los valores y la entrega de quienes no han sido recogidos en la historia.

En el periódico Patria, en más de una ocasión dio espacio a esos cubanos humildes de la emigración y destacó sus méritos. Así ocurrió con el ejemplar del 27 de agosto de 1893 en que se refirió a tres de esas personas.

Bajo el título de “Caracteres cubanos” entregó la que llamó “hermosa historia” de Marcelino Valenzuela Bondi, que le contara Raimundo Ramírez, quien enseñó a leer a Marcelino. Este cubano negro peleó en la guerra grande y sobrevivió a un machetazo que le llevó el pómulo, ya otro que le partió la cabeza de la frente al cuello y a un tercer golpe de machete en el hombro. Arrastrándose por el monte, el herido se aplicó en cada herida un tapón de hojas de güiro machucadas y logró reincorporarse a su tropa. Apresado cuando la Guerra Chiquita. Marcelino fue enviado a Ceuta y allí sirvió a los otros cubanos deportados: pagó el costo de una estafa cometida por otro cubano para que este no fuera enviado a prisión.

Marcelino era o había sido esclavo y sus amas en Cuba le enviaban dinero por lo que al ser trasladado a Cádiz tuvo casa propia en la que “daba asilo a cuanto cubano lo hubiese menester.” Y al ser preguntado por qué ayudaba hasta a quienes no vivían con decoro, respondió: “¿No es más doloroso que vayan por ahí donde los gaditanos le vean la necesidad, y quien salga perdiendo de la deshonra no sean ellos, sino Cuba?”.

En el mismo número de Patria, habló de Pedro Gómez y García, “firme anciano que, ya en canas, torció el camino del caballo, y lo metió en el monte libre.” Martí lo conoció en Tampa, donde aquel fue el primer cubano en izar nuestra bandera. Y añade el Maestro: “Y quiere decir, aquí mismo en Patria, que no tiene ´por digna la anexión de Cuba a los Estados Unidos, venga de donde viniere, ni después de la independencia ni antes de ella´”.

Pregunta Martí al lector: ¿Y ha de dejarse en pena a aquel anciano generoso?”. Señala el Maestro que en Patria jamás se vería el consejo de ligar a Cuba “con un pueblo diverso, formidable y agresivo que no nos tiene por igual suyo, y nos niega las condiciones de igualdad.” Y concluye llamando a amar “como a padres a los ancianos que tiemblan de pensar que pueda caer la tierra por la que sangraron en manos burdas y desdeñosas, que hagan botones con los huesos de nuestros muertos. “

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