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Pasión por los 50

28 de octubre de 2014

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Algunos amantes de la música popular cubana, coinciden con la opinión de que las décadas de los años 40 y 50 del siglo XX, establecen momentos de oro para la reorientación timbrico-sonora de nuestra más genuina creación musical, en el ámbito popular.

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A estas acciones en algo contribuyeron los formatos vocales-instrumentales conocidos como “conjunto-orquesta”, charangas, o simplemente “jazz band recortadas”, y que no fueron otra cosa, que mini-formatos básicos instrumentales, intérpretes de lo más raigal de la música popular cubana.
En este contexto prendió el legado del inmenso catálogo del quehacer músico de Cuba y el Caribe, amén de una amplia y rica trayectoria de indiscutible excelencia y solidez artística. Seguidores de nuestra música, amantes incorregibles del bolero, el son la guaracha y otras formas genéricas, tanto cubanas como de la rica  cuenca del Caribe, acertaron en esa etapa, no solo con el disfrute de una música sabrosa y tocada con gusto, sino además, otras notables valoraciones de carácter estético.
Luego de tantas décadas de trazo en el quehacer músico cubano, audicionar un CD que registre esas músicas y bajo el título de “Pasión por los 50”, sin lugar a dudas, pone en el disparadero el disfrute de una sumatoria de respuestas sonoras, revestidas por una impecable factura musical y excelente empaque artístico. En la audición de este CD, se percibe una rara sensación de modernidad, capaz de asombrar a aquellos que conocen con exactitud, las lejanas fechas de éxito de esas antológicas piezas musicales. Claro está, esto se debe a los excelentes arreglos orquestales que, para Pasión por los 50, fueron acometidos con ganas.
En la primera década del siglo XXI, escuchar el perfecto acople de esta especie de “jazz-Band recortada”, no exenta de cierta atipicidad instrumental, respaldando musicalmente exitosos bolerones de los 50 como “Mucho corazón” y “Obsesión”, en la voz cuasi “sonera-guaguancosera”, a lo Arsenio Rodríguez, o Félix Chapotin, o como prefieran, del excelente vocalista Félix Valoy, resulta increíble. Versiones muy contemporáneas de “Camarera del Amor”, “Piel Canela”, o ¿“Quién será”? en diferenciadas y notables voces, asignan al gusto popular, un apreciable balance entre ritmo, melodía y perfecto ajuste timbrico, amén de cierres perfectos, estilo ágil y simpático por parte del conjunto orquestal. Rodear en el misterio, el prodigio y seguro éxito de este fonograma, entre otros aspectos quizás colindantes con la musicología, refiere la envidiable alineación de músicos, que configura esta singular agrupación.
Diferentes etapas, conjugan una elaborada rítmica, con el quehacer del bajista y el perfecto entramado politimbrico de las virtudes del conguero, así como los ataques del piano en la guaracha-afro “La culebra”, o en el clásico Batanga II, del ya casi olvidado Justi Barreto.
Este elenco de excepción, se completó con una  selección de voces inigualables y que a lo largo del fonograma, estamparon un sello único en el quehacer vocal. En este CD cobra gran destaque, la irrepetible y añeja voz de “Cascarita”, rondando entre una singular trilogía vocal configurada por Maritza Montero, Amparo Valdés y Yamila Creagch.
Amplio destaque, para dos músicos de gran prestigio, invitados al proyecto: el trombonista Antonio Leal y el flautista Policarpo Tamayo. Mención muy especial para la dirección musical de Peruchín II, y la producción general de Juan Carlos Bonet, quien junto a un equipo “realizador-estrella”, supo sacarle justo partido a este encuentro de hoy con esa Pasión por los años 50, y el DVD Leyendas.Com. que atrapa en sus byts “Batanga ll” y “Rumba de Cajón.
Y por si fuera poco, hoy también tenemos el gusto de presentar el fonograma “Plegaria a Obatalá”, proyecto que sin trazárselo el excelente trombonista Antonio Leal, resulta una especie de “suite caprichosa”, o “ejercicio mestizo”. Si a la sonoridad de este disco le endilgamos el calificativo de “suite-caprichosa”, es por que en este CD, al igual que en una sonata clásica, ocurre el encuentro entre formas que se adaptan a la música instrumental, aunque apropiada a las formas corales. En este “ejercicio mestizo”, se percibe un gran dinamismo de movimientos politimbricos y polirítmicos, entre otros, por la elegancia del batá, que como en “Obatalá”, “Meta a Changó” y en “A mi Naty de la Caridad”, permiten el añadido de algunos préstamos. Además de efectos exclusivos, como ocurre con “Tin Tin Deo”, de Chano, ahora aprovechado magistralmente en “Sabor tropical”; o el canto del trombón en contrapunto con el batá en “Drume negrita”, “Por qué te amo y no estás”, el imperioso desvelo de “Hello”, de Leonel Richard; o “Acuérdate de Abril”, del fenomenal Amaury Pérez. Inusitado resulta “Danzón Español”, con el aliento de un lejano Joaquín Rodrigo, u otro virtuoso de las seis cuerdas hispánicas, en feliz contrapunteo con el cinquillo franco-haitiano-dahomeyano y el baqueteo-cáscara del timbal criollo.
La voz armónica del trombón, aunque no desdeña por momentos su destino de pedal; o el piano y el bajo en perfecto acople con el resto de la metalería, en conjunción perfecta con las voces, revisten una gran cubania, aunque no dista del idioma del jazz, y que sin duda, devuelven un sello inconfundible, para esta, más que merecida,  Plegaria a Obatalá, que hoy recibimos con mucho gusto.
Estos dos discos, a mi juicio, resultan un logro inmenso, para nuestra más que amplia y rica discografía cubana.

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