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Participación cubana en Diccionario de Cine Iberoamericano

6 de septiembre de 2013

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Haber integrado el equipo de veinte redactores cubanos del “Diccionario del Cine Iberoamericano. España, Portugal y América”, cuyos primeros ocho tomos acaban de llegar a la Cinemateca de Cuba representa una de las satisfacciones mayores en la trayectoria de cada uno de los críticos, investigadores y estudiosos de nuestro cine que contribuyeron a este esfuerzo descomunal. Casi una década de trabajo fue invertida a lo largo de la cual intervinieron 400 expertos de una veintena de países que fructificaron en un total de 16 mil entradas distribuidas en diez tomos (ocho de voces biográficas y dos que incluyen mil películas seleccionadas), por apenas citar algunas cifras. La coordinación general de esta enciclopedia única en su tipo, bajo el auspicio de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) fue de Emilio Casares desde el Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU).
Lo relativo a América Latina fue encomendado a Iván Giroud, quien acaba de volver a asumir la dirección del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano que tan brillantemente desempeñara por tres lustros. Este declaró que respecto a esta área geográfica, son México, Argentina y Brasil los países con mayor número de entradas. Cada ficha de un cineasta de cualquier país iberoamericano que realizara una película desde 1897 se complementa con una filmografía actualizada hasta el 31 de diciembre de 2007.
Para todo aquel implicado en este esfuerzo descomunal la experiencia vivida resultó inolvidable desde el momento en que el equipo encabezado por Giroud precisó el número de colaboradores y distribuyó las voces temáticas, biográficas determinadas y, más tarde, las películas, a este otro lado del mundo. Sin tratarse de una carrera contra reloj, no estuvo exenta de obstáculos por cuanto, hasta la fecha, el cine latinoamericano en general —con las honrosas excepciones de México y de Argentina— apenas cuenta con la bibliografía requerida para nutrir una enciclopedia de tan vastas proporciones.
Todas las especialidades implicadas en la realización de una película, además de historiadores y críticos, diseñadores de carteles, distribuidores, exhibidores y personalidades culturales vinculadas con el cine constituyen las voces biográficas. Las temáticas abordan disímiles asuntos, algunos muy específicos en algunos países, desde su génesis y evolución hasta su esplendor y su declive. Constituyen una genuina antología de obligada consulta sobre títulos clave, acompañados por una ficha técnica y artística completísima, la sinopsis argumental y un comentario de tipo historiográfico y analítico.
Desde su concepción, los propósitos que dominaron el “Diccionario del Cine Iberoamericano”, como expresan sus directores en el prólogo, fueron: “ articular y relacionar, de forma racional, científica y rigurosa, una vasta y compleja realidad cinematográfica de dimensión transnacional” y ofrecer “ una visión de conjunto que permite trazar un paisaje globalizador y un retrato particularizado de cada cinematografía nacional simultáneamente”.
Los participantes en la mayoría de los países se vieron obligados no solo a hurgar en las publicaciones dispersas, en los resultados de las investigaciones emprendidas por especialistas de las cinematecas —entre ellas la de Cuba—, sino a efectuar pesquisas en registros civiles, cementerios, guías telefónicas, localizar sobrevivientes o familiares de determinadas figuras, sitios de Internet… en búsqueda afanosa del rastro de muchas personalidades olvidadas o ignoradas por mucho tiempo. Es indescriptible la felicidad experimentada ante el hallazgo en una vieja publicación o un registro oficial de nacimientos, matrimonios o defunciones, las fechas exigidas por todo diccionario que se respete, y el desaliento al no hallar muchas de ellas. No pocos lazos fraternales entre investigadores se estrecharon al compartir información y datos en este apasionante proceso.
Esta enciclopedia era de imperiosa necesidad desde hace mucho tiempo. Cuántos cineastas desaparecieron sin el menor reconocimiento y de los que apenas queda su obra incompleta en celuloide o solo unas pocas fotografías de la misma. Por supuesto que fueron encontradas contradicciones y errores arrastrados de un libro a otro, unas veces por desconocimiento, otras por abulia. Rectificar unos, precisar otros y comprobarlos hasta la saciedad a través de fuentes fidedignas para su registro definitivo, fue una tarea emprendida por todos.
El trabajo desarrollado demostró a todos aquellos que se consagraron a las investigaciones en la historia de nuestro cine que siempre será insuficiente todo lo que se haga. Cualquier circunstancia u oportunidad desaprovechadas, y todo testigo de primera fila de determinados períodos, hechos o rodajes a lo largo de poco más de un siglo que muera sin que registremos su testimonio, pueden significar la pérdida irremediable de un dato o una información valiosa sobre el pasado, con destino al presente y el futuro. Solo una institución como la SGAE, con la experiencia precedente del “Diccionario de Música”, podía acometer un proyecto de tal desmesura que ha servido para tender puentes entre todas las cinematografías de Iberoamérica.
A los veinte redactores cubanos que intervenimos en el proyecto, con la certera coordinación de Iván Giroud para involucrar en este ambicioso proyecto a especialistas de tantos países de América Latina, corresponde el mérito histórico de haber aunado los esfuerzos para la feliz culminación de la obra de referencia más completa y única de su tipo acerca del cine hablado en español y portugués.

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