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Para convencer hay que entender

17 de enero de 2014

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Las habilidades o destrezas sociales son una capacidad emocional, pero se trata en mayúsculas porque está compuesta o posee diferentes cualidades que son; la influencia, la comunicación, el liderazgo, la catalización del cambio, la resolución de conflictos, la colaboración y cooperación y las habilidades de equipo. Y como es habitual, trataré individualmente cada una de ellas, por lo que hoy me ocuparé de la influencia y en subsiguientes semanas escribiré sobre las restantes. Influencia es una palabra que no es ajena al habla popular y su significado en este tema de la inteligencia emocional es el mismo al que usamos cotidianamente, porque significa utilizar tácticas eficaces de persuasión, saber convencer a otro para hacerle cambiar de opinión, que entienda que está equivocado, lograr que piense diferente, que comprenda que hay otro camino para llegar a la meta o que debe hacer esto en vez de aquello. ¿Y cómo se logra esto? Pues porque el persuasivo tiene la destreza de conocer cómo tratar a los demás en dependencia de sus personalidades, necesidades, debilidades, aspiraciones, y fundamentalmente por la situación emocional en que se encuentra. Así que queda claro que descartamos a los que influyen sobre otros a través de la violencia, el miedo, el poder o la posición de autoridad, y digo esto porque es importante, ya que lograr influir sobre otro lleva implícito obligatoriamente el convencimiento y la voluntariedad y no la obligatoriedad por temor a represalias, pérdidas o cualquier tipo de acción que represente un peligro para sí mismo. No es extraño -desafortunadamente- escuchar a una madre o padre decir sobre su hijo joven o adolescente “yo lo convenzo que deje a esa novia que tiene o se las va a ver conmigo porque le voy a hacer, tornar, etc., etc”. Y lo más triste es que es muy posible que tenga la razón sobre el asunto pero no ha usado la persuasión para el convencimiento y si la usó y no resultó no es capaz de entender que los hijos no son propiedad privada y tienen que cometer sus propios errores para aprender. De todas formas, aún cuando parezca que es una causa pérdida puede aparecer Pedro que usa sus destrezas de convencimiento y logra que el joven piense un poco más y oiga el buen consejo de separarse de la novia o por lo menos que ande alerta para observar por sus propios ojos que algo anda mal en esa joven y en esa relación. Y puede que se llame Pedro o Epifanio o Federica, no importa, el asunto es que todos nosotros conocemos a alguien a cual acudimos para que convenza a otro de algo o para que nos ayude a nosotros mismos de si lo que creemos o vamos a hacer o hicimos es lo correcto, para que nos convenza si es blanco o negro o si el camino es A o B. Sin embargo, este proceso no es simplemente racional, sino que está involucrada la afectividad, porque en eso de la racionalidad puede que haya más de un camino, y aunque no creo que todos los caminos vayan a Roma (por lo menos desde que el imperio romano desapareció) sí hay diferentes formas de llegar a una meta, pero lo que define la mejor es muchas veces lo que las emociones nos dicen, lo que nos provoca sentimientos de bienestar y satisfacción, y ese, queridos amigos es el punto exacto que sabe utilizar el mediador de influencias para convencer y guiar a los demás.

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