Panteón de Nicolás de Azcárate y Escobedo

12 de agosto de 2019

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Zenaida Iglesias Sánchez

Avenida Cristóbal Colón entre A y C. Zona de Monumentos de Primera.
Cementerio Cristóbal Colón.

 

 

Un sin número de monumentos se ven restaurados hoy en la necrópolis habanera, gracias a los trabajos desarrollados por los especialistas de la Oficina del Historiador, se rescatan de la ruina y la desidia capillas y panteones donde descansan los restos mortales de reconocidas figuras de la historia de nuestra nación. Tal es el caso del Panteón de Nicolás Azcárate, donde también reposa el poeta cubano Julián del Casal, dos grandes intelectuales cubanos.

 

 

El monumento funerario destaca por sus valores artísticos y a pesar de su sobriedad, sobresale al centro, sobre una base de mármol blanco de Carrara, un baldaquino de filiación neogótica, que resguardan magistrales esculturas religiosas. Al frente dos columnas, también de mármol, se ven rematadas por dos jarrones. El acceso al interior del panteón se efectúa por un costado.

 

 

Nicolás de Azcárate (1828-1894) fue abogado, periodista destacado y orador; miembro del Partido Reformista antes del año 1868 y Presidente del Partido Democrático terminada la Guerra de los Diez Años. Fue además miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País, Presidente del Nuevo Liceo de la Habana, fundador y Director del Liceo de Guanabacoa y presidente de su sección de literatura. Gran amigo de José Martí, quien trabajó junto a él como secretario de la mencionada sección literaria.

 

 

Por otra parte, Julián del Casal (1863-1893) es una figura trascendental de las letras en Cuba. Comenzó los estudios de Derecho en la Universidad de La Habana, carrera que abandonó para dedicarse a la poesía, la crítica literaria y teatral, la traducción de grandes poetas y el periodismo. Es considerado una de las grandes voces de la poesía y la prosa cubanas y también uno de los iniciadores del modernismo hispanoamericano. Falleció repentinamente, cuando riendo de buena gana tras una cena, le sobrevino la rotura de un aneurisma, ironías del destino, porque de Casal se había dicho que apenas sabía sonreír.