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Otro de ostiones relevantes

11 de abril de 2023

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En entrega anterior nos hemos ocupado de los ostiones de Isabela de Sagua, referente popular de este espécimen en nuestro país. Sin embargo, otros lugares del archipiélago cargan, tal vez de manera menos difundida, con cierta fama de estos ejemplares. A través de historias contadas en un círculo familiar cercano hemos tenido conocimiento sobre las bondades de los ostiones de las costas nororientales cubanas. En tal sentido se precian los habitantes próximos a la bahía de Jururú y a [a aledaña de nombre muy ilustre, Bariay, sumando para ambas otra novedad que enriquece aún más la historia y paisaje del entorno.

Como se conoce, el 27 de octubre de 1492, desde las tres carabelas Cristóbal Colón avista la costa cubana y desembarca el 28 por la playa conocida hoy por Playa Blanca. Así se relata ese día en el diario del gran marino, los parajes sobre los que tratamos: “Fue de allí en demanda de la isla de Cuba al Sursudoeste, a la tierra de ella más cercana, y entró en un río muy hermoso y muy sin peligro de bajas ni otros inconvenientes; y toda la costa que anduvo por allí era muy hondo y muy limpio hasta tierra: tenía la boca del río doce brazas, y es bien ancha para barloventear. Surgió dentro, dice que a tiro de lombarda. Dice el Almirante que nunca tan hermosa cosa vio, lleno de árboles, todo cercado el río, hermosos y verdes y diversos de los nuestros, con flores y con su fruto, cada uno de su manera… Dice que es aquella isla la más hermosa que ojos hayan visto…”

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Resaltada fielmente la naturaleza del territorio como fue apreciada aquel primer momento, corresponde dar fe de lo dicho con respecto a los moluscos mencionados. Entre otras, así fueron las impresiones vividas y sentidamente narradas: “En el verano de 1953 nos prestaron una casa en un caserío  de pescadores en el Cayo Bariay. Allá fue toda la familia aprovisionándonos con  lo necesario (camas, utensilios de cocina, incluso el refrigerador Electro Lux y muchas cosas más), pues la vivienda se encontraba vacía, mobiliario incluido. El mismo día  de llegada, Lencho fue con un pescador al otro lado de la bahía. Curiosamente, el pescador trajo varias ramas de mangle cargadas de ostiones y las enterró (una especie de almacenamiento) en la playita. Ocasionalmente, durante los días que duró la estancia en el lugar, consumíamos las ostras que se mantenían frescas y vivas. La posibilidad de disfrutar el ambiente paradisiaco, consumir a gusto los ostiones que para el momento ya eran afamados y las buenas pesquerías de pargos y chernas era una tentación permanente. Así las cosas, en otra ocasión, Lucas, el pescador de origen húngaro, nos prestó su casita. La casa,  más  bien un bohío, se encontraba ubicada a la izquierda de Playa Blanca y a pocos metros del monumento que perpetua el punto de encuentro de los conquistadores con la tierra cubana, frente a Cayo Bariay, un lugar precioso, muy alto y con una vista espectacular. Debajo del farallón había  una playita de arena muy fina. Cercanamente, un espeso manglar cerraba la bahía donde abundaban los criaderos de celebrados ostiones que disfrutamos  a plenitud.  Resumiendo, fueron dos ocasiones maravillosas. Aún hoy, transcurrido mucho tiempo recordamos esas sensaciones irrepetibles. El lugar sin igual, matizado con  salidas y  puestas del sol increíbles.”

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