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Osvaldo Pugliese

22 de octubre de 2013

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Hoy día, cuando la expresión “ser un clásico” se ha convertido en exquisito privilegio de unos pocos elegidos, se afirma y considera que el compositor argentino Osvaldo Pugliese es un clásico del tango. El reconocimiento viene por su obra, por su espíritu innovador, por una carrera de músico y compositor muy larga, y por su arraigo entre lo más auténtico de la nacionalidad argentina.
Pugliese estuvo en Cuba tres veces (1984, para el encuentro Ayer y hoy del tango; 1988, en pleno Congreso Gardeliano, y 1992), aunque estos apuntes se centran en la última de estas visitas, breve por cierto, que tuvo lugar cuando el compositor acumulaba 87 años y devino ocasión para que el ministro de Cultura, en nombre del Consejo de Estado de la República de Cuba, le impusiera el día 10 de noviembre de 1992 la Medalla Alejo Carpentier, la más alta de las condecoraciones culturales del país.
Al recibirla destacó que continuaría su denuncia a lo que, en sus propias palabras, llamó “ese atorrante bloqueo imperialista contra la Isla de la Libertad”.
Entrevistado entonces para la revista Revolución y Cultura (número de marzo/abril de 1993), al preguntársele si sentía satisfacción por los resultados en su faceta de compositor, expresó: “En lugar de satisfacción, hay una palabra que me definiría mejor: fidelidad”.
Nacido en Buenos Aires el 2 de diciembre de 1905, y vástago de una familia de músicos —su padre, flautista; dos hermanos mayores, violinistas— Osvaldo Pugliese, después de ciertos titubeos, se decidió por el piano. En conservatorios del vecindario hizo los estudios fundamentales con excelentes maestros, y a la edad de 15 años se iniciaba profesionalmente en el llamado Café de la Chancha, que los habituales sobrenombraban de esa manera por la cuestionable higiene de su dueño.
Pugliese llegaría a nuclear en torno suyo a los instrumentistas más destacados del tango, al cual confirió un sello que lo identificaba, en el que cuidaba de respetar los espacios para el bailarín y destacaba las voces de los intérpretes, todo ello sustentado por las grabaciones, que enriquecieron el catálogo de obras de este autor y le dieron renombre.
El Gobierno francés le nombró en 1988 Comendador de la Orden de las Artes y las Letras, en tanto un año después la Ciudad de Buenos Aires lo nombró Ciudadano Ilustre, y en 1990 recibió el título de Académico Honorario de la Academia Nacional del Tango. Murió a los 89 años, el 25 de julio de 1995.

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