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¡Ostionícese!

27 de marzo de 2023

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Copiado del blog cocinaconcuba

Copiado del blog cocinaconcuba

 

Son muchos los lugares que se identifican por la excelencia de un producto determinado, o su equivalencia: son muchos los productos de excelencia que se identifican con un lugar específico. Estos supuestos tienen origen cierto o especulativo y a favor de su validez se esgrimen diversos argumentos. Para organizar de mejor manera el tema, se ha determinado aceptar a partir de un riguroso análisis, la identificación de algunos productos sobresalientes con características exclusivas en una región o país en particular y ello se conoce como denominación de origen. Y aunque esta categoría no es alcanzable por todos los aspirantes, no son pocos los que mantienen argumentaciones locales para aseverar la justeza de sus criterios.

Los ostiones son moluscos de conchas dobles, rugosas y adheridas a las rocas o las plantas acuáticas. Son comestibles considerados alimento vigorizante. Dentro del archipiélago cubano hay varios sitios puntuales que los han aprovechados comercialmente. Cierta opinión popular admite que los ostiones obtenidos en la faja costera del poblado de Isabela de Sagua, Villa Clara, son de los mejores del país (una suerte de denominación de origen informal) aseverando que la naturaleza ha puesto su mano para que este espécimen sea tan cotizado. Se afirma que en ello influye positivamente la vegetación costera de la zona, predominantemente compuesta por mangle rojo, lo que unido a las aguas entre dulce y salobre, posibilitan un mayor tamaño y mejor sabor de los ejemplares.

Continuando el razonamiento propuesto, todos conocemos el pregón y sus anunciadores, los pregoneros. Esta es una costumbre de mercadeo público que aparece con menores y mayores matices en variadas culturas. En nuestro entorno constituye un uso que se pierde en la lejana bruma del tiempo, por allá cuando pasaba algún agualojero, casabero, viandero, manguero, yelero, yerbero u otro vendedor de antaño, cargando un pesado catauro o llevando de la mano un caballo aparejado con un serón repleto

Recordados los inefables pregoneros, fácilmente podemos intuir que ni siguiera los ostiones de Sagua o de otro lugar cualquiera, pudieran resistirse al influjo de los anunciadores en su afán por vender sus productos dentro de la cadencia rítmica y tonada específica que impone cada voceador. Todo lo dicho anteriormente nos da pie para recordar un detallista sui generis de mi terruño natal. El aludido era una persona de mediana edad, pulcramente vestido, quien empujaba un ligero carrito bien pintado y limpio al igual que todos los utensilios necesarios para la operación de venta. Con intervalos regulares medidos en un aproximado del tercio de una cuadra, con voz clara y audible expresaba el pregón de su autoría: ¡Ostionícese!

El lector observará que la expresión es un modelo de lema comercial de alto vuelo. En esa única palabra nos indicaba que el producto ofertado eran ostiones, la pulcritud de su atuendo y utensilios nos sugerían buena calidad del producto, y la oferta, dicha con cierta imperativa picardía, nos invitaba u obligaba de buena manera a consumir su mercancía.

Esta anécdota tiene ya sus buenas cuatro décadas cuando menos, y aún hoy, la recuerdo adaptada al momento. De manera casi de broma, la he incluido en mi reportorio gastronómico ocasional. Si el ambiente es ameno e informal, y de tamal, croqueta, camarones, café u otra hechura se trata, aplico el equivalente con la misma amable intención y efecto de nuestro remoto amigo al momento de invitar a la degustación: tamalisece, croquetisece, camaronisece o cafetisece..

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