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Ocho décadas de excelencia (II)

21 de enero de 2020

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Tal como prometí en mi comentario anterior, continúo hoy transitando por los 80 años de vida del gran músico cubano Leo Brouwer, y lo hago incursionando en su trayectoria como compositor, que se inició cuando él tenía alrededor de 17 años y compuso “Preludio”, en el cual se evidencia ya su natural talento e intuición al utilizar elementos de la música popular cubana sin tener conocimientos sobre ella. Y lo mismo ocurre en obras como “Pieza sin título” y “Recitativo”, por sólo mencionar dos de las partituras escritas en su incipiente carrera como creador. Mención especial merece su “Danza característica” donde aparece la bien conocida conga “Quítate de la acera” que, sin ser un tema principal, se reconoce al instante.

Los estudios de Brouwer en la Juilliard y en Hartford University de Nueva York, realizados por una beca que le concedió el Gobierno Revolucionario cubano, le permitieron ampliar su espectro musical a través de maestros como Stefan Wolpe, Isadora Freed, Vincent Persichetti y J. Diemente, entre otros, donde surgieron sus primeros “Estudios sencillos”, compuestos para una alumna que tuvo allá y poseía condiciones excepcionales para la guitarra. Pero su quehacer no se limitó a este instrumento, pues creó obas de cámara. Sin embargo, a los 25 años lo retoma, y surgen entonces obras tan importantes como “Elogio de la danza” para guitarra sola que, al decir de Harold Gramatges “es un elogio a la danza latinoamericana.

Preocupado por renovar el repertorio guitarrístico, Brouwer crea “Canticum” con fines didácticos. De ella expresó el guitarrista catalán Emilio Pujol: “Si hay una obra que marque un hito en la trayectoria de Leo como creador, es “Canticum”.

Ya en plena madurez artística de este compositor, surge “La espiral eterna”, que integra el repertorio internacional de obras para la guitarra donde se mezclan elementos estructurales y recursos novedosos. Finalmente, Leo decide incursionar en una masa sonora más amplia con su “Concierto para guitarra y pequeña orquesta”, en tres movimientos. Pero el mundo ha evolucionado y allá por los años 60 de la pasada centuria, Cuba se integra al movimiento universal de la denominada “vanguardia musical” con el empleo de nuevas técnicas y sonoridades, a través de los compositores Juan Blanco, Carlos Fariñas y Leo Brouwer, quienes encuentran el apoyo necesario en el director de orquesta Manuel Duchesne Cuzán. Es en ese momento cuando escuchamos su obra: “La tradición se rompe, pero cuesta trabajo” que al decir de su autor: “”me propuse  dar en esta obra una visión del universo sonoro de todos los tiempos conviviendo en un mismo instante, recurso empleado por Alejo Carpentier en su “Concierto barroco”, obra que –frase feliz de Leonardo Acosta- es un concierto para el comenzó de los tiempos”. Sin embargo, Leo no abandona la creación de obras menos osadas y amplía su espectro hacia el cine con la música de “La muerte de un burócrata”, de Tomás Gutiérrez Alea, a la que siguen: “Lucía”, “La última cena”, “Los sobrevivientes”…

El catálogo de Leo Brouwer es enorme y diverso, pero no podemos olvidar su labor como pedagogo, iniciada en el Conservatorio Amadeo Roldán; ni la cantidad de proyectos que ha acometido con resultados de excelencia, por lo que es imperdonable que los medios de difusión masiva no le otorguen el lugar que merece dentro de nuestra cultura, porque no está dentro de las modas que, a fin de cuentas pasan, pero el talento perdura por siempre.

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