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Ocho décadas de excelencia (I)

14 de enero de 2020

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El pasado primero de marzo cumplió 80 años el músico cubano más relevante de la segunda mitad del siglo XX y el XXI: Leo Brouwer. Y por considerar pálido el reconocimiento que se le ha hecho en los medios de difusión masiva, me siento en la obligación de ofrecer una sinopsis de su vida y trayectoria profesional en este comentario.

Guitarrista, compositor, profesor, innovador, pionero de la vanguardia musical, y creador de proyectos tan importantes como el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, y el Festival Internacional de Guitarra de L Habana, Brouwer evidenció su talento desde niño y se convirtió en un hito de la historia guitarrística cubana. Su apellido viene del abuelo paterno quien –al decir del propio Leo– era un aventurero franco-holandés, que llegó a Cuba a principios de la pasada centuria, e influyó grandemente en él, por ser un apasionado investigador. Su madre tocaba varios instrumentos e integraba una orquesta femenina que actuaba en los denominados aires libres de Prado, y fue solista de Ernesto Lecuona quien era el tío-abuelo de Leo. Su padre había estudiado guitarra con Vicente González Rubiera (Guyun) y fue quien puso sus manos por primera vez en la guitarra. Sin embargo, el mundo infantil de este futuro genio iba mucho más allá de la música, pues también estudió pintura y, como cualquier otro niño, jugó pelota y tenis.

La adolescencia de Leo fue bastante solitaria y propició que la música se convirtiera en una necesidad de expresión para él; pero las posibilidades de estudiarla estaban limitadas a las que le ofrecía su hogar. Pero cuando tenía 14 años, apareció el gran maestro de guitarra Isaac Nicola, quien le descubrió un mundo de obras y compositores desconocidos por él hasta entonces, y le ampliaron el reducido espectro musical que poseía. A partir de entonces se convirtió en su maestro y con él finalizó sus estudios de guitarra (continuados después en la Escuela de Música Juilliard de Estados Unidos) y creó sus primeras partituras para el instrumento.

Luego de una brillante carrera como guitarrista donde se destacan sus extraordinarias condiciones interpretativas y su sonoridad irrepetible, que pueden apreciarse a través de las grabaciones que se conservan, un accidente en las manos le decidió a escoger la creación como el camino a seguir y, desde entonces ha escrito miles de partituras para distintos formatos y técnicas, caracterizadas por su originalidad y excelencia y abaladas no sólo por el dominio absoluto de la música, sino por su vasta cultura general y su actualización constante de cuanto se ha hecho y hace en esa esfera, donde no faltan sus incursiones en lo mejor de la música popular, que ama y respeta profundamente, pues todos conocemos su admiración por los Beatles, evidenciado en un concierto realizado hace muchos años y titulado: “De Bach a los Beatles”, donde estuvieron presentes sus audaces versiones de algunas de las canciones del grupo inglés.

Pero la creación de Brouwer también incluye la música latinoamericana en obras como “Danza del altiplano”, donde introduce elementos autóctonos de la cultura inca.

De este excepcional artista cubano hay mucho más que decir, por lo que también le dedicaré mi próximo comentario.

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