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“Nuevos” tiempos

15 de agosto de 2020

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trabajador-joven-y-viejoSabía de antemano la respuesta del director a su propuesta. Cuando ese director llegó a la empresa, conociendo su capacidad y experiencia, al poco tiempo, lo convirtió en su mano derecha. El día de la despedida lo colmó de adjetivos y le expresó que las puertas siempre estarían abiertas para sus inteligentes consejos. No era un atrevimiento ofrecerse él mismo en plan de asesor, después de aquellos meses aburridos de una jubilación que le demostró lo que sabía de antemano. La profesión era el motivo principal de su existencia y todos aplaudirían el regreso. Era el mejor. En esos años atendió a algunos jóvenes graduados habilidosos e inteligentes, pero ninguno lo superaba.
Regresó entonces a la vida agitada de antes contra los consejos de la esposa y los hijos. Los años no pasan por gusto, le decía la compañera. No te hace falta el dinero, argumentaba la prole. No hizo caso. Un motivo agazapado dentro de él, lo impulsaba. Lo escondía asegurando que el trabajo era su fuente de la juventud y quiso demostrarlo. Arremetió ante los jóvenes con ideas más arriesgadas que las planteadas por ellos. Evitaba pensar que en ese desaforado dinamismo creativo, escondía la necesidad de probarse a sí mismo.
El primer síntoma apareció en las noches. El sueño se negaba acompañarlo en las horas requeridas. En lugar de detenerse a analizar la causa del insomnio, llenó el tiempo de los ojos abiertos con madrugadas frente a la computadora. Estaba obsesionado con la obtención de las últimas investigaciones académicas para demostrar que estaba al día. De sus contenidos y juicio personal, hablaba largamente.
El segundo síntoma se manifestó delante de los ojos de los otros. Olvidaba las secuencias lógicas en acciones inherentes a su responsabilidad de asesor. Alguien lo notó. Un especialista formado por él, se atrevió señalárselo en forma educada y respetuosa. Él aparentó asimilarlo. Por dentro le bulló la desaprobación del consejo. Lo consideró un entremetimiento provocado por la envidia. Él era el mejor. Él era el mejor de los mejores. La rabia lo dominó y cargado de rabia marchó a la casa.
Nunca regresó a la empresa. La rabia hizo añicos un corazón cansado. Él corazón de un anciano que quiso latir al compás de los corazones jóvenes.

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