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No tan conocidos (I)

15 de julio de 2016

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En ocasiones he dicho que existen músicos cuya trayectoria profesional ha dejado huellas importantes en la historia y, sin embargo, no son tan conocidos como otros, porque su promoción ha sido muy pobre. Es por eso que hoy iniciaré una serie de comentarios, dedicados a ellos. Comenzando por Julián Orbón.
Criticado por unos y admirado por otros, Julián fue un músico cubano-español, pues era hijo del también músico Benjamín Orbón, español casado con cubana que adoptó nuestra ciudadanía. Su hijo nació en 1926 y pasó su adolescencia en Oviedo, donde inició su creación, con influencia de Falla y de los Halffter. Muy joven aún, regresó a Cuba donde escribió, entre 1942 y 1944: Sonata “Homenaje al Padre Soler”, dos “Canciones” con textos de Federico García Lorca, “Cantar a Nuestra Señora” sobre un poema de Fray Luis de León y “Romance de Fontefrida” para cuatro voces mixtas. No es necesario aclarar su indiscutible acento español.
Al crearse el movimiento afrocubanista, liderado por don Fernando Ortiz y al que pertenecieron Roldán y Caturla, fueron muchas las polémicas que surgieron entre quienes rechazaban un arte que se propuso rescatar nuestras raíces negras y los que le consideraban un acierto. Pero nadie puedo frenar el desarrollo de esta tendencia que se mantiene hasta nuestros días. Por eso, cuando Orbón comenzó a defender nuestra ascendencia hispánica, se ganó la crítica desfavorable de los anteriores, aunque se reconocía su extraordinario talento. No obstante, él sabía que su creación no podía ceñirse a la tradición española, cuando el propio Cervantes había reconocido que en la segunda mitad del siglo XIX, España no tenía nada nuevo que ofrecer.
Es oportuno recordar que Orbón (amante de las grandes formas musicales) expresó: “El músico que logre ser un Brahms español, con un idioma que responda a nuestra sensibilidad de hoy, habrá dado con la clave del problema. El mayor error de la música española contemporánea está, en haber esquivado la gran sinfonía con todas sus implicaciones, por el afán de permanecer en una zona artísticamente aséptica”.
El caso de Julián Orbón es poco frecuente, pues era un brillante pianista con una prodigiosa memoria, pues podía tocar y cantar “El retablo de Mese Pedro”, o citar obras completas de Unamuno y otros autores hispánicos. También era un gran improvisador de boogie-woogies y otros géneros populares, pero siempre se mantenía fiel a las formas clásicas.
La creación de Julián Orbón evidenció una evolución notable al componer música incidental para la “Numancia” de Cervantes y “Dos Danzas” con un “Interludio” para la “Gitanilla” del mismo autor, en 1943. También hay que destacar su “Capricho Concertante” para orquesta de cámara, creado ese mismo año. Pero mención aparte merece su ballet “Forma”, con texto del poeta Lezama Lima considerado como una de las obras más importantes creadas en Cuba, en la primera mitad del siglo XX.
Mi próximo comentario estará dedicado a otro de los músicos no tan conocidos.

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