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Ni fría, ni caliente, solo tibia

31 de enero de 2014

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Tener liderazgo es otra de las cualidades o características que conforman las destrezas o habilidades sociales, y si bien es cierto  que en la vida se aprende a dirigir y para esto hay hasta carreras universitarias, es innegable que hay quienes tienen en don innato para ser líder. Ese que sabe inspirar y dirigir a grupos y a personas es un líder, y liderar no es solo un atributo de políticos y aquellas actividades y acciones relacionadas con esto -aunque hay que reconocer que en esto es determinante- sino que todas y cada una de las esferas de la vida social, el liderazgo resulta de innegable influencia. Se oye decir a Juan; Es mejor que Alfredo hable con los trabajadores para decirle que hay que cambiar el horario de trabajo, porque él sabe convencer a la gente, y si soy yo quien hablo, la gente me va a comer. ¿Cómo es posible? Si al fin y al cabo van a decir lo mismo. La diferencia está en encontrar el camino de sintonizar emocionalmente con el grupo para abrir las puertas del entendimiento y permitir que todos se sientan parte de la solución, lo que lógicamente significa que no hay imposición, sino inspiración para realizar acciones en la que todos están involucrados. No es fácil liderar y eso todos lo sabemos. ¿Por qué la princesa Diana de Gales se convirtió en un ídolo a pesar de sus muchos escándalos personales, ni nunca dirigió el gobierno de Gran Bretaña, ni tampoco cambió la vida social de ésta? Porque le ofreció al pueblo inglés lo que la realeza nunca fue capaz de darle: Empatía, les dio afecto y se mostró como un ser humano normal con los defectos propios de cualquiera de nosotros, lo cual ha hecho que hasta el día de hoy y durante muchos años los ingleses lamentarán que no haya llegado a ser su reina, con lo cual no puede competir la actual esposa del Príncipe de Gales, y esto fue tan efectivo que el mundo entero se rindió a sus pies. La historia está llena de personajes que han mostrado poseer un poder de liderazgo de tal impacto que han llevado  a naciones enteras por caminos muy distintos a los previstos, a guerras para bien o para mal y cuando muere ese líder, sus sucesores no han podido sostener el mismo camino. Ahí tenemos  a Alejandro Magno que logró fundar un imperio inmenso el cual solo duró mientras él vivió. Por supuesto que está claro que además de una personalidad atractiva, de seguridad, de inteligencia, el líder debe saber muy bien lo que quiere, a donde quiere llegar y en dependencia de la magnitud de su influencia -ya que no es lo mismo ser el líder de un grupo artístico que de una nación-  tiene que ser capaz de afrontar el fracaso y sus consecuencias sin desanimarse y volver inmediatamente a reorganizar sus proyectos para que las personas a las que inspira no se dispersen y abandonen la tarea. Existen diferentes tipos de liderazgo, y aunque hoy no voy a referirme a todos, si puedo decir que se encuentran dentro del rango del extremadamente tolerante y permisible hasta el dictatorial y dentro de esto hay categorías intermedias. En el caso del permisible le da espacio a los demás para que opinen y actúen y su labor de guía se puede encontrar amenazada, pero en el otro extremo, el del absolutista, la inspiración y guía que debe ejercer se convierte en sometimiento, provocando una transformación que va a  tomar dos caminos antagónicos; la  sumisión o la rebelión y puede que hasta ambos, porque se produce una disgregación de la comunidad o grupo humano. Así que el intermedio, el que inspira, guía, sabe conducir a los demás, pero le da espacio y protagonismo a los otros para lograr un triunfo colectivo es muy bueno, no en balde el agua tibia sigue siendo un invento estupendo.

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