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Negociar o mediar conflictos (I)

10 de junio de 2016

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La palabra “negociar” se ha puesto de moda como una forma de expresar que hay necesidad que dos o más personas se pongan de acuerdo en algo, y me parece que es una manera muy sencilla de explicar lo que significa “negociar”, que no tiene nada que ver con hacer negocios y ganar dinero, aunque la palabra se le ha tomado prestada a esa esfera de la actividad social, o sea a los negocios. Porque cuando de hacer contratos financieros, económicos, bancarios, mercantiles o como quiera llamarles se trata, efectivamente las partes involucradas “negocian” o sea, se ponen de acuerdo en lo que se va a hacer, cómo, dónde, quienes, cuánto, tiempo y se establecen las esperadas ganancias. Y sin mediar ganancias en el orden económico, los seres humanos en la vida cotidiana debemos aprender a negociar, tanto para resolver problemas, asuntos, conflictos personales como para oficiar como mediadores en entre otras personas, incluso existen personas que se dedican profesionalmente a esto, y así recordaremos en filmes a los mediadores que son llamados en situaciones de rehenes, secuestros, donde existen dos partes que quieren obtener algo.

Los psicólogos muchas veces somos mediadores en el ejercicio profesional y un ejemplo es en la terapia matrimonial, donde una de las funciones como psicoterapeuta es mediar entre la pareja con el fin de solucionar los conflictos que los ha llevado a consulta. Sin embargo, mi propósito al escribir estas líneas no es hablar de las cualidades y entrenamiento de un mediador profesional, sino enfocarme en aquellas características que debemos intentar desarrollar cada uno de nosotros para aplicarlas en la vida diaria.

Comienzo por decirles que mediar conflictos es saber negociar y resolver los desacuerdos que se presenten dentro del equipo de trabajo, en la familia, entre amigos o en cualquier otro lugar o grupo en que estamos y vivimos parte de nuestras vidas, y para esto es menester entrenar habilidades como manejar con diplomacia y tacto a las personas difíciles en circunstancias tensas, reconocer los posibles conflictos y sacar a la luz los desacuerdos, manejando la tensión que esto provoca. Aquí me detengo para explicar, porque me parece importante decir que tratar con diplomacia y tacto a los difíciles no significa ser permisible con groserías, majaderías y otras cosas que suelen hacer este tipo de personas, sino saber sortear los puntos álgidos de esa persona para lograr establecer empatía, que es lo contrario que se suele hacer ante el antipático o engreído o autosuficiente, al que aislamos, contradecimos y puede que hasta le gritemos en la cara lo insoportable que es su conducta y con este acercamiento emocional se puede pasar a sacar a la luz los problemas con menos peligro de una posible explosión emocional.

Hago hincapié en este aspecto porque para mediar o manejar los conflictos, hay que hablar, verbalizarlos, porque guardarlos, rumiando el enojo que nos provoca no es para nada beneficioso y sí muy peligroso; como por ejemplo, que nuestra suegra critique nuestra destreza como cocinera, nunca va a mejorar nuestras relaciones interpersonales y puede que pasen 10 días o 10 años hasta que estallemos y le digamos a la vieja bruja todo lo que nos callamos durante ese tiempo, logrando con esto un desastre familiar y poner a nuestro esposo entre la espada y la pared; mientras que si le pedimos su receta para hacer el plato tal o más cuál o le explicamos porqué le ponemos laurel en vez de nuez moscada y los beneficios que esto trae o le pedimos que ella haga esa comida son diferentes formas de hacer una negociación con inteligencia, haciendo que la señora no se sienta emplazada, sino como una participante y no una enemiga.

Aquí en este ejemplo también se han puesto en práctica otras habilidades de negociador o mediador que han sido alentar el debate y la discusión abierta, y buscar el modo de llegar a soluciones que satisfagan plenamente a los implicados en la discusión donde el hijo y esposo en vez de poner cara de asustado ante una avalancha entre madre y esposa, y no saber qué hacer, se sentirá complacido que los dos amores de su vida sean capaces de ventilar las diferencias, llegando a un acuerdo felices, porque las mujeres tenemos que aprender algo; a la suegra es mejor tenerla de amiga que de enemiga. Pero hay más sobre la negociación de conflictos, así que continuaré en la próxima.

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