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Naturalezas muertas en el Museo Nacional

18 de enero de 2013

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Naturaleza Muerta

El Edificio de Arte Universal del Museo Nacional de Bellas Artes exhibe por estos días la exposición transitoria “La naturaleza muerta”, conformada a partir de los fondos de la institución.
La muestra, muy bien concebida, no es sólo una agrupación de piezas pictóricas, sino también una lección de historia del arte. Quien la visite podrá aprender que el género tiene antecedentes tan lejanos como la pintura mural en la villas romanas, aunque se le cultive de forma estable a partir del siglo XVII, gracias a los maestros holandeses quienes tuvieron una amplia demanda de ellas para decorar las casas de los artesanos y comerciantes burgueses.
El espectador puede recorrer en la sala el cultivo de esta manifestación no solo en Holanda, sino también en España, Francia, Inglaterra, en los períodos correspondientes al neoclasicismo, el romanticismo, el impresionismo y asomarse a la radical transformación de esta pintura con el surgimiento de las vanguardias artísticas del siglo XX, como evidencian las dos piezas de Picasso que se exhiben.
Fue un acierto, además, no excluir a Cuba del panorama, en tanto las obras que se muestran, dialogan con las del resto del mundo y así podemos descubrir como las piezas de Dulce María Borrero o María Pepa Lamarque son en cierta manera el correlato de los modos de crear a inicios de la pasada centuria en los ateliers de los artistas de España y Francia. Mientras que la admirable labor de una Amelia Peláez, René Portocarrero, Cundo Bermúdez o Mariano Rodríguez, evidencia el modo particular de asumir las conquistas del cubismo y otros ismos de vanguardia en el ámbito insular.
Llama particularmente la atención la más nueva de las obras exhibidas, un óleo del cubano Arturo Montoto, nuestro contemporáneo, donde la exquisitez de realización formal, en la representación de las frutas, nos lleva de la mano al mundo de sus antecesores de los Países Bajos, pero que introduce además una carga conceptual en su lienzo, al aludir a la vez a La Gioconda de Leonardo da Vinci y a la lata de sopa Campbell pintada hace décadas por Andy Warhol. De esta manera el creador muestra con lucidez que la plástica no puede desligarse de una tradición histórica, aunque esta no es lineal, en tanto, aquello que ayer parecía lejano o pasado de moda, puede volver a imponerse u ofrecer lecciones al creador actual.
Un valor añadido de la exposición es posibilidad de contemplar en ella obras de autores del patio que raramente se exhiben y aunque en algunos casos pudieran ser consideradas supuestamente “menores”, ellas nos ayudan a completar la imagen que tenemos de algunos de nuestros artistas: Mirta Cerra, Angel Acosta León y Julio Herrera Zapata, por sólo citar algunos.
“La naturaleza muerta” ha sido una de las muestras más atractivas exhibidas en La Habana durante el pasado mes de enero.

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