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Música y descolonización (I)

24 de diciembre de 2019

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En el año 1982, la Editorial Arte y Literatura sacó a la luz un libro de Leonardo Acosta titulado Música y descolonización, en el que hace un profundo análisis acerca de los mecanismos utilizados para la colonización de la música, remontándose a los antecedentes de los fenómenos de la penetración y colonización culturales que ejercen los medios de difusión masiva. Por el interés del tema, he decidido dedicar una serie de comentarios a algunos aspectos abordados por quien fuera uno de los grandes músicos e investigadores cubanos, aunque su libro tenga 37 años de haber sido escrito.

En la Introducción Acosta dice: “El título surge del empeño por analizar los mecanismos de la colonización de la música y los medios de combatirla, uno de los cuales es sin duda la reivindicación de muchas músicas “ignoradas y olvidadas” –como diría el colombiano Jorge Zalamea– y de otras a menudo discriminadas o mixtificadas por los mecanismos comerciales”. Aquí quiero detenerme para resaltar que en Cuba algunas agrupaciones musicales han mantenido su interés por rescatar o resaltar los valores de músicas ignoradas y de las raíces que conforman su génesis, como es el caso de “Síntesis”, cuyo repertorio se crea a partir de las raíces africanas; o “Moncada”, que se mantiene fiel a la música latinoamericana. Pero hay una mayoría que prefiere imitar patrones foráneos o “crear” repertorios lamentables.

En el primer capítulo del citado libro, Acosta se refiere a los textos que ostentan el título, sencillo y abarcador: Historia de la Música. Sin embargo –dice– “Una simple ojeada al Índice general de cualquiera de ellos basta para comprobar que se nos ha dado otra cosa: una historia de la música occidental. /…/ Se trata, en esencia, del mismo esquema utilizado durante muchos años para presentarnos la historia del occidente europeo como “historia universal”, solo que el escamoteo se ha hecho más evidente en la historia misma que en la historia de la música. Pero hay aún más, pues estos libros no sólo nos escamotean la música de las cuatro quintas partes del planeta, sino también casi toda la música popular y folklórica del occidente europeo y los Estados Unidos. De manera que en realidad lo que nos ofrecen es una historia de la “música culta” europea y las derivadas de esta. Todo lo que se aparta de los módulos de esta música es considerado como “exótico”, es decir, como algo raro y excepcional, cuando no “primitivo”, que se aparta de las pautas de lo civilizado o es producto de una aberración”.

Luego de este excelente análisis, el autor se refiere a las transformaciones sociales ocurridas a partir de la Edad Media, cuando paralelamente a la música del pueblo transmitida por tradición oral surge la religiosa “cuidadosamente codificada” y la que era ejecutada en las pequeñas cortes feudales “más cercana a la música popular, y en la que predomina las canciones de amor caballeresco o de las hazañas guerreras. Estos tres tipos de música las encontramos, en correspondencia más o menos exacta, en la India, Japón, China, e incluso en la corte azteca de Moctezuma II. Puede inferirse que algo semejante existió en las antiguas culturas egipcia, babilónica y grecolatina”.

Leonardo Acosta continúa incursionando en el lejano pasado histórico y, al referirse a los famosos trovadores provenzales menciona el nombre de varios de ellos y nos recuerda que a fines del siglo XV, Leonardo da Vinci fue admitido en la corte ducal de Ludovico el Moro (Milán), a título de músico suonatore di lira. Otra observación importante es el hecho de que cuando la iglesia medieval codificó la música, se rompió con los tradicionales medios de transmisión oral del pueblo, pero Acosta señala que “otras culturas alejadas de la europea, han creado sus propios sistemas de codificación (India, China, Japón)”.

Continuaré incursionando en el libro Música y descolonización, de Leonardo Acosta, en mi próximo comentario.

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