Música de ida y vuelta (II)
31 de julio de 2018
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Continúo hoy abordando el tema sobre el fenómeno musical que se produjo entre España y Cuba tras la conquista.
Con la llegada de africanos a nuestro país, la transculturación cobró otros matices, y finalizando la primera mitad del siglo XIX, a la actividad musical de carácter popular (hasta entonces en manos de negros) se incorporaron blancos. Y no podemos perder de vista que los africanos tuvieron enorme presencia en la música española, pues existen testimonios gráficos de negros curros tocando instrumentos de cuerdas traídos de la península a los que, sin duda, incorporaban códigos de sus ancestros. Por otra parte, luego del cese de la esclavitud, hubo negros criollos como los violinistas José White y Brindis de Salas, cuya musicalidad fue reconocida internacionalmente, pues ellos no solo vivieron en Cuba, sino que triunfaron en Europa.
Todo lo expuesto demuestra que las migraciones procedentes de España y África llegadas a Cuba, fueron determinantes en el surgimiento de una música que conformaría nuestra identidad sonora. Y pensemos en el predominio peninsular que tuvimos durante la segunda mitad del siglo XIX, ya que muchos se quedaron aquí y rehicieron su vida, asumiendo nuestra cultura e incorporándole elementos de la suya.
En el libro “La música entre Cuba y España”, la doctora María Teresa Linares aborda el aspecto considerado “de ida” y, al referirse a los guajiros expresa que, debido al aislamiento en que vivieron estos españoles durante mucho tiempo, dedicados a la agricultura, y a la timidez de su carácter, conservaron virgen su cultura: “idioma con muchos arcaísmos; el uso de la décima espinela y la copla, el refranero popular, los instrumentos de cuerda pulsada y algunos elementos del vestuario del siglo XIX (en desuso o desaparecidos por completo). La guitarra española le ha acompañado siempre como raíz nutricia”. También aborda la doctora Linares aspectos como la décima y el punto, que aparecieron en los inicios de la nacionalidad cubana, y fueron asumidos por poetas cultos y novelistas de costumbres. Menciona los bailes zapateados, convertidos después en el zapateo cubano; la controversia; el estilo de seguidilla; el surgimiento de artistas cubanos que asumieron esas manifestaciones de origen hispánico con gran éxito.
En el mencionado libro, la doctora Linares aborda también la canción cubana, heredera de un ardiente romanticismo y con melodías llenas de adornos, propios de Europa, que poco a poco se fue transformando. Y hace hincapié en el surgimiento de la habanera, nominada así por haber nacido en La Habana. “…luego de ser divulgada por compositores eruditos como Sebastián Iradier, Eduardo Sánchez de Fuentes, y los franceses Bizet, Lalo y Saint Saenz, siguió en Cuba el camino del arte lírico”. En su trabajo se abordan también otras modalidades de la canción como el bolero (diferente de español) y su protagonismo; la guaracha, el danzón y el son.
Como usted ha podido apreciar, el libro de referencia contiene una información valiosísima respecto a lo considerado “de ida” en la música entre Cuba y España, por lo que recomiendo su lectura.
En mi próximo comentario me referiré a “la vuelta”, abordada por el español Faustino Núñez.
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