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Mucho más que “El acuarelista de la poesía antillana”

6 de junio de 2014

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260px-Luis-CarbonellHay artistas, cuyo quehacer profesional se encamina en una sola dirección, pero en cambio otros, desarrollan un espectro tan amplio que sorprenden. Este es el caso de Luis Carbonell, cuya desaparición física ha conmocionado a todo el pueblo de Cuba. A él dedicaré mi comentario de hoy.
Aunque se convirtió en un declamador de excelencia, Luis dio sus primeros pasos en la música como pianista en Santiago de Cuba, donde nació e inició su trayectoria artística. Aunque había estudiado violín, un pequeño defecto en el dedo meñique de la mano izquierda y las orientaciones pedagógicos inadecuadas, le dificultaban la destreza en ese instrumento, por lo que decidió cambiar para el piano, y muy pronto sorprendió a todos cuando, a los quince años debutó en la emisora santiaguera CMKC, acompañando a varios artistas en un programa de aficionados, y poco después, comenzó a evidenciar su natural talento como profesor; entre sus primeros alumnos estuvo Pacho Alonso, a quien siguieron infinidad de cantantes y agrupaciones vocales.
Uno de los más importantes trabajos musicales realizados por Luis Carbonell fue el excepcional disco de Esther Borja a tres y cuatro voces que, gracias al desarrollo tecnológico, podrá ser disfrutado por las generaciones futuras. Y para que quienes lean este comentario entiendan por qué lo califico de excepcional, debo explicar que por aquellos años -cuando los discos de acetato- grabar a una misma cantante como si fueran tres o cuatro, no sólo era una osadía sin un desafío, pues –en el caso de Esther- si luego de grabar una voz, en alguna de las siguientes se equivocaba, tenía que comenzar desde el principio. Pero no sólo la gran musicalidad de “la dama de la canción cubana” era indiscutible, sino la de Luis, por lo que el resultado fue de excelencia.
Luis Carbonell nunca dejó de ser músico, porque su trabajo pedagógico continuó hasta poco antes de su desaparición física; incluso, realizó múltiples investigaciones, y jamás dejo de leer ni de estudiar, pues era una artista de vasta cultura, con un dominio absoluto del idioma inglés, aprendido desde su infancia. Pero fue la poesía su principal guía profesional, que le lanzó a la fama sin él proponérselo, pues su talento como declamador era natural, aunque él nunca pensó dedicarse a ella. En ocasión de visitar yo su casa del Vedado me expresó: “Aunque me apasionaba la poesía, porque desde mi infancia oía recitar a mis hermanas, sólo me interesaba como entretenimiento, pues yo tenía muy buena memoria y me las aprendía. Pero la vida da muchas vueltas, y Félix B. Caignet y Esther Borja (que siempre fue mi hada madrina) me lanzaron como declamador y, ya ves, eso ha sido lo que me ha hecho convertirme en lo que soy ahora”. Pero su vida continuaría ligada, indisolublemente a la música, a través de la enseñanza, y en obras como las “Melopeas” de Ignacio Cervantes, que son danzas para piano con fragmentos declamados y las interpretadas por el emblemático Cuarteto de la Rosa como: “Sonata de San Joaquín”; sin olvidar un espectáculo que se llamó “Luis Carbonell en tres tiempos” donde combinaba al declamador y al pianista. Por eso considero a este cubano inmenso -que paseó su arte por numerosos países del mundo, defendiendo siempre nuestra identidad- mucho más que “el declamador de la poesía antillana”.

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