ribbon

Mucho enojo, mucho valor

27 de septiembre de 2013

|

Así como a las emociones se les da sexo o se le considera un atributo o defecto según el sexo  como hablé sobre el miedo, también se les designa o identifica con cualidades y valores humanos, por lo que la ira, el enojo, la cólera o como quieras llamarle se le identifica con la valentía masculina principalmente, por lo que no es extraño escuchar que alguien dice admirativamente “se enojó tanto con lo que dijo o hizo Fulano que le fue para arriba a golpes”, y me atrevo a afirmar que muchos -aún aquellos contrarios a actos violentos, pero que no están de acuerdo con la opinión del que finalmente fue golpeado- nos sentimos sino felices, puede ser que satisfechos con que alguien haya puesto en su sitio a “ese imbécil”, aún cuando después peguemos la coletilla salvadora (eso creemos) de “aunque no estoy de acuerdo con resolver las cosas a golpes”. Para los que creen que la violencia es una forma rápida y útil de solucionar los problemas, es probable que no se conformen con ser espectadores de la pelea y participen o busquen otro blanco para depositar su descontrol a puro puño, patadas, silletazos, botellazos, etc. y es así que comienzan las peleas tumultuarias que hemos visto en el cine y en la vida real, y nos preguntamos ¿qué pasó? ¿por qué se fajan?. Y es que la ira es como un barril de pólvora que cualquier elevación de temperatura hace que explote, y es ahí donde se ve la importancia del autocontrol, y sin minimizar la importancia que puede tener en un momento exteriorizar la ira en defensa propia, en defensa de otros, en fin, que no se puede descartar que efectivamente la cólera puede ser útil, es solo como excepción y no como respuesta habitual. El peligro de la ira es que puede tener cierto atractivo adictivo y tanto es así que constantemente en el cine y la tv se juega con el espectador y su barril de pólvora, y los protagonistas son humillados, traicionados, encerrados, etc. y mantenidos en el tiempo hace que la temperatura sube tanto en cada uno de nosotros que llegamos a querer que el o la protagonista los golpee, los mate, los aniquile, y nos escuchamos diciendo “dispárale más, dale 20 tiros”. Es sabido que ira es una de las emociones más antiguas que posee el ser humano, pero -y este pero es muy importante- por arriba de estas, se encuentra el cerebro pensante, el raciocinio, para lograr que la vida transcurra principalmente de forma razonable y no iracundamente, pero para eso hay que educarnos y educar a los demás. A ver, te pongo un ejemplo; si tienes un hijo y le educas diciéndole “que no puedes dejarte hacer esto o aquello y no hables mucho porque los hombres hablan con los puños” entonces estarás criando  a un pequeño monstruo cavernícola que cierra el camino hacia lógica y hacia el respeto por los demás y por ende hacia sí mismo. Es más fácil decirle a un hijo que dé golpes ante cualquier situación que enseñarlo a manejar la ira a través del pensamiento lógico; analizar la situación y no parecer un cobarde es un reto elevado, bien lo sé, porque yo no vivo en el paneta Marte y tengo los pies bien puesto sobre la tierra, pero el valor, la fuerza de una persona no se muestra solo con los golpes, sino con actitudes coherentes en la vida, siendo justo, racional, valiente, analítico, mostrando que no tiene miedo, sino lo que tiene es mucha inteligencia para no utilizar su energía en convertirse en un pendenciero, en un descontrolado, sino es una persona que es capaz de responder ajustadamente ante cada situación cambiante de la vida, porque estar muy enojado no significa ser muy valiente.

Galería de Imágenes

Comentarios