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Momentos decisivos del jazz en Cuba

30 de agosto de 2013

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En alguno de mis comentarios anteriores me referí a la presencia de músicos cubanos en el surgimiento del jazz, en los Estados Unidos. Hoy me detendré en algunos momentos realmente importantes de su presencia en Cuba.

Siempre se mencionan los años cincuenta, como “la década prodigiosa” de la música cubana, criterio con el que no estoy totalmente de acuerdo; pero cuando hablamos del jazz, nunca mencionamos una “década prodigiosa” que, si embargo, existe: la correspondiente a los años veinte, gracias al surgimiento de la radio, y a la consolidación de la industria gramofónica, que posibilitaron su difusión internacional, junto al de otros géneros musicales afroamericanos. Pero hubo otros factores que contribuyeron al desarrollo y la expansión del género como fue el auge, en los Estados Unidos, de estilos musicales latinoamericanos procedentes de Cuba, México, Brasil, Argentina y Puerto Rico.

Respeto a Cuba, la ocupación norteamericana de 1898, provocó no sólo problemas políticos y sociales, sino que su música, sus bailes y sus películas, entraron en la Isla y atraparon la atención de los cubanos. A esta tendencia extranjerizante se enfrentaron géneros como el danzón, que ahora era defendido por quienes no deseaban perder su identidad, y se convirtió en “el baile nacional”. Sin embargo, el jazz no fue rechazado por ser negro. Fue entonces cuando se produjo un hecho del que el relevante investigador y jazzista, Leonardo Acosta, dice en su libro Un siglo de jazz en Cuba: “Fue precisamente el danzón, el primer género musical cubano que asimiló influencias norteamericanas, al incluir pasajes enteros de piezas de Broadway y del Tin Pan Alley, sin por esto perder un ápice de su sabor cubano. /…/ A su vez, la música norteamericana, y más específicamente el jazz, permeó diversos géneros cubanos, del danzón a la rumba de salón, y de la canción al estilo feeling, y hasta el mambo y la salsa. Este fenómeno, llámese transculturación, fusión o crossover, en definitiva ha sido positivo y ha enriquecido ambas músicas.”

Un hecho muy importante en la Cuba de los años veinte del pasado siglo, fue el surgimiento del movimiento afrocubanista, representado en el Grupo Minorista, liderado por don Fernando Ortiz, al que pertenecieron los músicos Alejandro García Caturla y Amadeo Roldán, y aunque parezca que no hay relación entre ellos y el tema que nos ocupa, debo decir que Roldán fue violinista de grupos de jazz y Caturla formó y dirigió varias jazzbands. Al minorismo perteneció también el destacado intelectual Alejo Carpentier quien fue el primer crítico de jazz en Cuba, como afirma la doctora Ana Cairo en su libro: El Grupo Minorista y su tiempo.

En la década de los años veinte de la pasada centuria, Cuba fue visitada por unos cuantos jazzistas norteamericanos, como el pianista Chuck Howard quien vivió en La Habana y trabajó en el cabaret “La Verbena” con Jimmy Holmes; en el Tokio (el más importante centro de jazz de entonces) y en el cabaret Montmartre. Y algo muy importante: Howard estuvo vinculado al Grupo Minorista, y cuando visitaba los Estados Unidos, traía partituras y arreglos para jazzband.

Entre los jazzistas cubanos más relevantes de aquellos años, podemos mencionar a: Alberto Jiménez Rebollar (cantante y baterista), Célido Curbelo (pianista) y Teddy Henríquez (contrabajista). Algunos jazzistas cubanos viajaron a París, donde tuvieron mucho éxito.

El tema no se ha agotado, pero en el próximo comentario continuaré incursionando en esta etapa de vital importancia en el desarrollo del jazz en Cuba.

 

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