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Miguel Matamoros o la plenitud del son (III)

22 de diciembre de 2021

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Trio Matamoros-DR

 

En 1944, el conjunto de Miguel Matamoros contaba con una respetable alineación, donde cobraba amplio destaque en el piano el formidable Ramón Dorca; los legendarios trompetistas O Farrill, conocido en el ambiente musical como “Florecita”, y el inspirado y melodioso “Carabelita”, junto al clarinete de Francisco Repilado, quien mucho después sería reconocido en una buena parte del orbe como “Compay Segundo”. A ello se uniría un mulato muy joven y espigado, de bien timbrada voz, nacido en Santa Isabel de las Lajas y que con el tiempo y maduración respondería al nombre artístico de Benny Moré.

El 11 de septiembre de 1944 los técnicos de grabaciones del encumbrado sello discográfico RCA Víctor se dieron a la tarea de registrarle diez fonogramas producidos en 78 rpm a esta selecta agrupación. Al termino de estas impresiones, Matamoros aceptó una tentadora oferta para girar con su agrupación por algunos importantes escenarios artísticos de México. Se sabe con certeza que en este país, el Conjunto Matamoros alcanzó grandes éxitos en la radio, cabarets y otros importantes espacios donde animaron, entre signos de admiración, elogiosos comentarios de la prensa especializada.

Como guitarrista algunos estudiosos no le atribuyen a Miguel Matamoros virtudes cercanas, por ejemplo, con Sindo Garay, Alberto Villalón, Eusebio Delfín o Ángel Almenares; sin embargo, su sonido destilaba gracia y altos vuelos cuando entremezclaba de manera armoniosa, una notable gama de efectos típicos generadores de un estilo que iba más allá del simple rayado al uso.

Y es que en su amplia creación musical, el lenguaje expresivo de Matamoros, marcó hitos en el ámbito artístico más allá de lo genuinamente nacional, su creación musical siempre invitará al estudioso a la reflexión en un posible encuentro entre creación y vida; y donde la búsqueda inminente de espacio para el análisis, desentrañe insinuaciones estéticas, y aún propuestas para el revelado de un indiscutible “sello musical matamorino”, contribuyente a la plenitud del Son.

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