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Miguel Matamoros o la plenitud del son (I)

8 de diciembre de 2021

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Miguel-Matamoros

 

Mucho se ha dicho acerca del origen del cubanísimo Son, pero de lo que sí estamos seguros de que cualquiera que aborde seriamente el origen, desarrollo y expansión de este cadencioso ritmo, alejado de todo inmovilismo biográfico, tendrá que reconocer en Miguel Matamoros (1894-1971) la gracia creadora que consumó el enlace perfecto entre el quehacer trovero y el son.

A Miguel Matamoros se debe la concepción de ese pequeño formato lírico vocal-instrumental, de un marcado acento trovadoresco, aunque con una patente rítmica inconfundible del son oriental, que llegó a ser reconocido en diferentes latitudes del orbe como Trío Matamoros, formidable agrupación que contribuyó en mucho a perfilar una variante que ha llegado hasta nosotros bajo el rubro de “trova del son” o “trova sonera”.

Con Miguel Matamoros la “trova sonera” configura una sensible intuición musical, punteada por una exactitud de acercamientos estilísticos y capacidad interpretativa, capaz de conmover, no tan solo el escenario musical nacional, sino también, principales plazas artísticas foráneas en todos los tiempos.

Matamoros, en el espectro musical cubano figura como un caso muy especial, pues no tan solo se limitó a aceptar los vitales aportes que el son pudiera brindarle a otros géneros, estilos y posibles variantes cultivadas por él; sino que también bebió en otras importantes fuentes del quehacer músico nacional, por ejemplo, la música del teatro vernáculo, la rumba del solar, la conga callejera y el baile salonesco.

A estas raigales expresiones, podemos agregar las acentuadas figuraciones rítmicas de antecedente bantú –perceptibles en el bajo de la guitarra acompañante–, contribuyentes sin lugar a duda a la rítmica del “bolero-son” y cuyo ejemplo más evidente resultan los mundialmente divulgados boleros Promesa, Olvido, Juramento y Lágrimas negras, piezas –en especial esta última– que en la opinión del musicólogo Odilio Urfé “(…) constituye una obra concebida en el marco de un lirismo de altos vuelos”.

El merecido reconocimiento a los textos de sus boleros-sones, puede extenderse al amplio cancionero de Matamoros, con sus indiscutibles aportes a los mejores momentos de la lírica cubana, solo comparables con las atinada y soberbias letras empleadas por Sindo Garay, Patricio Ballagas, o Alberto Villalón, por tan solo citar algunos fecundos trovadores.

Cobra también amplio destaque el sentido del humor y el aire festivo que Miguel Matamoros cultivó en algunas de sus creaciones, elemento que lo ubicó como uno de los mejores cultores del son y la guaracha en el ámbito musical cubano, y que se evidencia notablemente en temas como Mamá son de la loma, Regálame el ticket, La mujer de Antonio, El que siembra su maíz, El paralítico, ¿Quién tiró la bomba? Alegre conga… por tan solo citar algunas piezas de su amplio catálogo.

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