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Mercedes Pinto

9 de octubre de 2015

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“¿Qué ayuda puede darnos la justicia? Ninguna; porque la locura por sí no es causa de divorcio”, exponía Mercedes Pinto Armas cuando a finales de 1923 impartió en la Universidad Central de Madrid la conferencia titulada “El divorcio como medida higiénica”. Su conclusión era que, en tal caso, ella “debe seguir el camino marcado por la naturaleza, esto es, buscar el amor y el hogar al que tiene derecho”.
La temeraria propuesta originó agrias disputas (Mercedes estaba casada con un demente) y le costó el destierro por orden del dictador Primo de Rivera.
Conocida desde joven en los círculos intelectuales como “la poetisa canaria”, Mercedes escribió además ensayos, obras de teatro, ejerció el periodismo y desarrolló una exitosa carrera de conferencista. Liberal, republicana, feminista y vinculada a las preocupaciones políticas y sociales de su época, llegó a ser más conocida fuera de España que en ella.
Nació en La Laguna, Tenerife, Islas Canarias, el 12 de octubre de 1883 y recibió una educación esmerada. A los 26 años casó con el capitán de la Marina Juan de Foronda, con quien tuvo tres hijos y vivió una experiencia terrible por el desequilibrio mental de él y su violencia. Pero la legislación española no admitía esta razón como causa de divorcio.
Para entonces había publicado ya su primer poemario, Brisas del Teide, se le conocía como conferenciante y por su participación en la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas.
A La Habana llegó en octubre de 1935 y se incorporó al contexto cultural de la Isla. Trabajó en estaciones radiales, como redactora del semanario Carteles y colaboró en El País Gráfico, Lux, Revista Cubana, Hoy, Orto…; se radicó en Santiago de Cuba por algunos meses, ofreció conferencias en sociedades españolas y logias masónicas, reafirmó su solidaridad con la República Española y dio curso a sus ideas feministas y anticlericales.
Poco antes de su partida hacia México, recibió dos homenajes significativos: uno que le tributaron los intelectuales cubanos en el ya desaparecido Teatro de la Comedia, y otro, de sus compatriotas exiliados en la Casa de la Cultura. Murió el 21 de octubre de 1976, a los 93 años.

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