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Me emociono, me emociono y me emociono

10 de octubre de 2014

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llantoRecuerdo filmes de hace 50 o más años, mexicanos, argentinos, norteamericanos que fue con los que crecí, porque en Cuba, mi país, siempre ha habido un gusto especial por esas cinematografías, y más la películas  antiguas. Les digo esto porque en esos filmes, los actores y las actrices -profesión donde las emociones tienen que estar a flor de piel- en momentos de clímax emotivo lloraban, pero sin lágrimas, con lo cual uno se queda con la duda de que si en verdad  sentían lo que decían, claro que hay excepciones y una de estas es en la sin par Casablanca donde Humphrey  Bogart logra que sus ojos se “agüen”, lo cual hace palpitar el corazón de todos, los que a través de las décadas seguimos viendo esa película, porque si Boggie llora, él que siempre hizo de macho duro ¿cómo resistirse ante su dolor lacrimoso? Ahora ha cambiado y vemos constantemente a las actrices y los actores ¡qué emoción sentimos cuando un hombre de verdad llora! derraman lágrimas en las que cualquiera puede ahogarse. Creo que esto es una manifestación de que las emociones han tomado un papel mucho más importante en la vida de las personas ¡y que para bien sea! Y ustedes se estarán preguntando adonde quiero llegar, pues allá voy, hoy quiero referirme a la “sensiblería”, o lo que es lo mismo al exceso de emociones, a la alta emocionalidad, a la sensibilidad exagerada  se tiene la capacidad de responder a muy pequeñas excitaciones, estímulos o causas, y los actores tienen que poseer esta cualidad para poder “meterse en la piel de personaje” -utilizando el lenguaje propio de ese medio-. Sin embargo, en la vida diaria la sensiblería no es muy bien aceptada, y yo agrego que esto puede ocurrir porque es una cualidad que con frecuencia está relacionada con rasgos histéricos como la tendencia a las crisis nerviosas, la vulnerabilidad, el egocentrismo, la superficialidad y la teatralidad, y no voy a negarlo, porque puede que efectivamente aparezcan algunos de estos rasgos, a la par de exceso de sensibilidad afectiva. Para ser artista, en la actuación, como ya nombré, pero también en la pintura, la música y todas las manifestaciones del arte es necesaria y útil esta característica para crear una obra de arte, y lo que en la vida cotidiana puede hacernos arrugar la nariz porque “fulana o fulano ya está con su emotividad exagerada” es necesario, imprescindible para estas profesiones. A esta sensiblería yo prefiero llamarle “emotividad extrema”, ya que el primero es un apelativo que tiene una connotación despectiva.  Claro que voy a hacer una salvedad a favor de las mujeres ¡por lo menos en algo le ganamos a los hombres! Y es que en este aspecto, la mujeres tenemos el privilegio de la permisibilidad y esa emotividad extrema se ve como símbolo de feminidad y vulnerabilidad, dos ingredientes muy atractivos para los hombres, que  se sienten protectores (una cualidad muy viril) y no pueden resistir la tentación de ayudar a la desvalida mujer “tan emocional”, no así en el resto de las mujeres, que tendemos a mirar con desagrado a las congéneres que son “tan” vulnerables”, y esto es porque nos ganan en la competencia en eso de llamar la atención masculina. Pero voy a permitirme entrar en la vida de ustedes, y decirles, que sin temor a equivocarme todos tienen, o mejor dicho, todos tenemos -porque no me voy a quedar fuera- algún área, persona, situación en nuestras vidas que nos provocan esta emocionalidad extrema, así que nadie se salva de ser “sensiblero” y si no me creen, piensen ¿Se resisten ante el llanto desconsolado del hijo, o su corazón late lleno de amor y lástima y le permiten algo que no debieran? ¿Pueden abandonar al o a la infiel o cuando la o lo miran se llenan de ganas de perdonar, aún cuando el mundo entero está en su contra? ¿No se le cierra la garganta y lloran ante el triunfo público y aclamado de uno mismo o de alguien muy cercano?  Y es más, voy a lanzarme desde un trampolín más alto y me atrevo a decir que también nos desbordamos de emocionalidad ante la TV, cuando vemos una telenovela, ya sea brasileña (son los mejores), coreana (también son muy buenos) y lloramos cuando el protagonista es injustamente abandonado por su mujer amada, porque “el malo o la mala” le han hecho trampa, pese a que sabemos que es ficción y al final hay obligatoriamente un “happy end”, así que no nos apenemos que ser emotivos, emocionales, aunque sea en exceso, porque es humano, y como se dice “nada humano me es ajeno”.

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