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Martí traductor de “Lalla Rookh”

11 de diciembre de 2020

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51tfej4hS3L._SX346_BO1,204,203,200_Desde los trece años de edad Martí se sintió impulsado a volcar al español escritos en otras lenguas, cuando, al parecer por decisión propia, comenzó a traducir la pieza teatral “Hamlet”, uno de los dramas más afamados de William Shakespeare, intento que abandonó por considerar inadecuado un pasaje de la obra. Y, pasados nueve años, publicó a su llegada a México la traducción del libro titulado “Mis hijos”, de Victor Hugo. Llama la atención ese interés desde la adolescencia por textos de autores que gozaban de notable prestigio más allá de sus países y exponentes de idiomas diferentes.
Su larga estancia desde 1880 en Nueva York y su sistemática lectura de los diarios estadounidenses para informarse de los temas que trataba en sus “Escenas norteamericanas” enviadas a los diarios latinoamericanos, junto a su lectura continuada de libros en inglés, le permitieron tal dominio de esa lengua que la traducción de varias obras de autores ingleses y de Estados Unidos fue parte de su múltiple labor intelectual por aquellos años.
A mediados de 1887 la empresa editorial Estes and Lauriat, de Boston, le comunicaba que aún esperaba por su traducción de “Lalla Rookh”, una extensa pieza que combinaba partes en prosa y en verso del escritor irlandés Thomas Moore. Nunca se han encontrado manuscritos relativos a esta tarea asumida por Martí y al parecer nunca impresa, según todas las búsquedas efectuadas hasta el presente.
Thomas Moore, nacido en Dublín en 1779 y fallecido en 1852, ya era considerado entre las cumbres de los escritores de su país y muchos de sus versos y canciones se habían popularizado y contribuían a levantar el espíritu nacional irlandés frente a la dominación inglesa. En varias de sus crónicas norteamericanas Martí se refirió a las fiestas y actividades patrióticas de la numerosa emigración irlandesa a Estados Unidos, en las que esas obras de Moore estaban presentes, y menciona a “Lalla Rookh” como un ejemplo del fuerte sentido patriótico de aquel pueblo, a pesar de ser un romance de tema oriental.
La traducción del poema le ocupó largo tiempo, no sabemos si por las dificultades y extensión del escrito, o si también por el cúmulo y variedad de tareas que entonces desempeñaba. Se desconoce con exactitud cuándo la comenzó, aunque en marzo de 1888 la editorial ya había recibido la parte en versos, pero aún esperaba por la parte en prosa. En febrero de 1889 Martí, en carta Manuel Mercado, le anunciaba la pronta salida de la imprenta: “El libro es de lo más rico que pueda salir de prensa alguna, y las láminas, de varias tintas, llevan los nombres más famosos.” Y también le afirma que “unas cuantas páginas” se debían al venezolano Juan Antonio Pérez Bonalde y al cubano Diego Vicente Tejera. Sorprende su juicio crítico: las ilustraciones son “magnas”; los versos, “con más jugo que sonoridad.” ¿Quedó insatisfecho con su labor?
Quizás se explique ese juicio cuando, en carta a Manuel de la Cruz de junio de 1890, se queja de que el editor le obligó a traducir en verso blanco, sin rima. Mas, en esa misiva da la razón profunda de su labor traduccional al decirle al escritor cubano que le envía “las primicias” de la traducción “en la parte que pueda conmover al corazón cubano, que es aquel de los cuatro poemas del “Lalla Rookh” donde pinta penas como las de Cuba”, en que hay versos “que restallan como latigazos”. Así, la condena al colonialismo dio impulso a esta traducción martiana.

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