ribbon

Martí, profesor de diplomacia (II)

7 de mayo de 2021

|

 

Gonzalo-Quesada-joven-758x1024

 

La correspondencia martiana con Gonzalo de Quesada durante los últimos meses de 1899, mientras el joven fungía como secretario de los delegados argentinos a la Conferencia Internacional Americana que tenía lugar en Washington, revela claramente su comprensión cabal de los propósitos anexionistas hacia Cuba manejados por el gobierno de Estados Unidos.

En esas letras el Maestro entregaba notables análisis acerca de ese asunto que tanto le preocupaba para que su discípulo, con la cautela y sigilo requeridos, estuviese atento ante cualquier elemento en tal sentido que se manejase pública o privadamente por los delegados al cónclave, a la vez que pudiese inclinar la opinión de los delegados, tanto de la misma Argentina como de cualquier otro país, en favor de la independencia del a patria.

En la carta del 29 de octubre de 1889 le informa de la falsa carta publicada en el diario habanero La Discusión con sus iniciales en la firma, en la que se aseveraba su visita al secretario de estado de Estados Unidos, James G. Blaine, en solicitud de la anexión, idea aceptada por el alto funcionario. Mencionarle al destinatario semejante superchería era parte de la enseñanza que el Maestro entregaba a Quesada para demostrarle hasta dónde podían llegar en su acción los deseosos de la anexión.

De la reunión continental dice que “nada práctico puede salir, a no ser lo que convenga a los intereses norteamericanos, que no son, por de contado, los nuestros.” Del Congreso declara: que lo cree “en redondo, peligroso para nuestra América, o por lo, menos inútil.” ·”Y para Cuba, sólo una ventaja le veo. Dadas las relaciones amistosas de casi todas las Repúblicas con España, en lo oficial, y la reticencia y deseos ocultos o mal reprimidos de este país sobre nuestra tierra:—la de compeler a los Estados Unidos, si se dejan compeler, por una proposición moderada y hábil a reconocer que ‘Cuba deber ser independiente’.”

Y añade Martí que por inclinación propia o por recelo justificado ante el Congreso “y todo cuanto tienda a acercar o a identificar en lo político a este país y los nuestros, nunca hubiera pensado yo en sentar el precedente de poner a debate nuestra fortuna, en un cuerpo donde, por el influjo de pueblo mayor, y por el aire del país, han de tener los Estados Unidos puesto principal.” Con madurez de político avezado, y en virtud de su experiencia en su desempeño como cónsul de Uruguay en Nueva York , comprendió que el tema cubano iba a plantearse por lo que había de lograrse que fuera de la manera más útil, para él, lo que garantizase la independencia . El reconocimiento de ese derecho y de la capacidad de los cubanos para ella de parte del gobierno estadounidense era lo que Martí deseaba obtener del Congreso.

Con previsión sorprendente de lo que efectivamente ocurriría en 1898, el Maestro le explica a Quesada que “el vecino codicioso, que confesamente nos desea”, podría aprovechar la inevitable guerra liberadora como medio “de dejar la Isla en estado de traerla más tarde a sus manos.” Para eso trabajaba según confiesa al destinatario de esta carta: “la imposibilidad de que en una nueva guerra de Cuba, volviesen a ser los Estados Unidos, por su propio interés, los liados de España.”

Sabía Martí lo difícil de que aquel gobierno diera su voto favorable a esa independencia, pero “es lo posible, y el deber político de este instante”, le dice a Quesada, prueba de su extraordinaria capacidad de veedor político y de su sentido de responsabilidad como líder. Como buen profesor, estas son íntimas confesiones que, al mismo tiempo, buscan educar al joven patriota en las sinuosidades de la política y de la diplomacia.

Galería de Imágenes

Comentarios