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Martí en Guatemala: la revelación de nuestra América

12 de marzo de 2020

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Monumento a José Martí en Guatemala

Monumento a José Martí en Guatemala

 

Desde mediados de marzo de 1877 hasta los finales de julio de 1878 José Martí residió en Guatemala,  exactamente durante un año y cuatro meses, pues se exceptúa el mes entre los inicios de diciembre de 1877 en que viajó a la Ciudad de México para regresar casado con la cubana Carmen Zayas-Bazán a comienzos de enero del año siguiente. Fue una etapa breve dentro de su corta existencia de 42 años, pero muy importante para la formación de su pensamiento, particularmente de su ideario latinoamericanista.

Su encuentro con el continente había ocurrido en México, a donde arribó en 1875 para reunirse con su familia luego de terminar sus estudios en la Universidad de Zaragoza. Allí entró de lleno en el ejercicio del periodismo diario y afrontó los múltiples problemas de un país  aún marcado por las estructuras coloniales a pesar de las reformas liberales impulsada por Benito Júarez. Allí escribió por vez primera el concepto “nuestra América” para referirse a estas tierras. Y con tales experiencias  se incorporó a la Revolución liberal guatemalteca, triunfante desde  de 1871, y dirigida durante su estancia por su principal personalidad: Justo Rufino Barrios.

País también de mayoría indígena, en Guatemala se daba empuje a la educación, se nacionalizaban las propiedades de la Iglesia católica y se abría espacio en el mercado mundial mediante crecientes exportaciones de café.

El joven Martí se abrió paso desde la labor profesoral en la Escuela Normal para maestros, en la Universidad y en una academia para jovencitas, cosechó reconocimiento como orador y aunque publicó relativamente poco, sí fue lo suficiente para demostrar la hondura de sus ideas acerca de la identidad latinoamericana.

Dos textos evidencian sobre todo la precisión conceptual alcanzada por el joven Martí ante ese tema: “Los Códigos nuevos” y “Poesía dramática americana”. En el primero, escrito a solicitud de autoridades del gobierno,  desarrolla su tesis central sobre Nuestra América: somos un pueblo nuevo, no español ni indígena, como consecuencia de la conquista que interrumpió la civilización americana, por lo que somos un pueblo mestizo en la forma que debe restaurar su alma propia, la de las culturas  originarias. En el segundo, defiende la necesidad de un teatro nacional, que tome tipos humanos y asuntos propios de estas tierras —algo que había tratado ya desde México—, para entregar una “vigorosa escena, asombro y alimento de los siglos” en la que  tendrían que aparecer las historias prehispánicas y las luchas por fundar las nuevas patrias.

El Martí de Guatemala ya sabía cómo proyectar el rescate y la refundación de nuestra América, tarea mayor desde entonces de su pensar y de sus empeños.

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