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Martí defiende el voto del cubano negro

18 de abril de 2022

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Martí, 2009 Adigio Benítez Jimeno Martí, 2009 Óleo sobre lienzo 0.40 x 0.30 cm

Martí, 2009, Adigio Benítez Jimeno, Óleo sobre lienzo, 0.40 x 0.30 cm

 

El llamado tema racial movió en más de una ocasión la pluma martiana. Un aspecto de la sociedad cubana como ese, consecuencia de la esclavitud por más de tres siglos de las personas traídas a la fuerzas desde África, no podía ser ajeno a quien siempre fue enemigo de la infamante institución que hacía de unos seres humanos propiedad de otros, y que empeñó desde el Partido Revolucionario Cubano una sistemática acción unitaria de todo el pueblo cubano contra la dominación colonial.

Lo que se conocía con el nombre de racismo, el rechazo expreso, la burla denigrante, el desconocimiento y la depreciación de las expresiones culturales de los venidos a la fuerza desde África, y de sus descendientes, que constituían a finales del siglo XIX varias generaciones de nacidos en Cuba, más el número relativamente elevado de personas libres “de color”, como se decía entonces, otorgaban un relieve particular a aquellas maneras denigrantes de apartar a los cubanos entre sí por determinados rasgos físicos. Por ello. Martí, abolicionista desde su adolescencia, rodeado de numerosos amigos y colaboradores negros, tocó el tema en más de una ocasión en las páginas de Patria.

 Ya desde el segundo número, de su periódico, el 19 de marzo de 1892, Martí se refiere al asunto con lenguaje claro y directo al comentar una idea expresada en La Unión Constitucional, órgano del partido de igual nombre, tenaz defensor del colonialismo español. En sus páginas se argumentó contra el sufragio universal pues entre otras cosas ello daría a los negros ignorantes el derecho a voto.

El artículo se titula “Basta” y el primero de sus tres párrafos declara su postura antirracista desde el comienzo: “Debiera bastar. Debiera cesar esa alusión continua al color de los hombres.” Señala el planteo racista implícito y también expreso en ese señalamiento del color: “El bueno es blanco y el malo es negro.” Y aclara cuándo, a su juicio, cabe hablar de colores: “Para aludir a su virtud, más difícil en él por haber vivido más cerca de la servidumbre, debiera solo llamarse negro a un hombre; o sin ánimo de herirlo, como un hecho natural; o para censurar a los que quieren hacer de su diferencia de color, sofocando acaso un bochorno cobarde, el instrumento de su poder o de su beneficio.”

En contraste con tales usos, Martí llama a los patriotas a unirse en una postura, al afirmar que “los que bebimos de los padres de la patria el romance augusto, los que conocemos el alma verdadera del país, decimos que quien fue bueno para morir, es bastante bueno para votar.” Es de aprecia cómo el Maestro sostiene su criterio en favor del voto del negro nada más y nada menos que en su presencia en la guerra libertadora, es decir, en su participación en la lucha por la nación soberana Así no defiende únicamente la condición humana del cubano negro sino que asienta su derecho a ejercer el voto en la vida política en su rebeldía contra el colonialismo hispano.

En el texto Martí se opone al criterio de que el gobierno español era el protector del negro: si un hombre blanco o negro vende la razón o la honra “por un galón dorado en la levita, o por una copa de Jerez de la mesa del general”, ello no es propio del conjunto de los cubanos negros.

El artículo cierra reproduciendo el argumento de los que en Cuba respondieron a La Unión Constitucional, quienes señalaron que al plantear la ignorancia del negro los colonialistas demostraban haber cometido el “más grande de los crímenes”, el de lesa humanidad, pues habían justificado por siglos la esclavitud como la vía para sacar a los africanos de la barbarie y de la esclavitud de la ignorancia.

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