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Martí conspirador

28 de febrero de 2020

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José Martí, New York, 1892

José Martí, New York, 1892

 

La habitual imagen de un escritor con intensa vida pública no encaja con la de un conspirador. Sin embargo, buena parte de la vida de Martí tuvo que transcurrir bajo esa condición desde su regreso a Cuba en 1878. A poco de su llegada a La Habana ya había contactado a otros patriotas que no aceptaban el Pacto del Zanjón y que comenzaron a organizar una nueva insurrección, bajo la jefatura del general Calixto García, quien presidía en Nueva York el Comité Revolucionario Cubano. Cuando los conspiradores se reunieron ocultamente en la capital para formar el Club Central Revolucionario, del cual Martí fue designado vicepresidente, este hizo constar bajo su forma con seudónimo su reserva en cuanto a instalar ese centro clandestino, desautorizado posteriormente por el general. Es muy probable que Martí comprendiera desde entonces que tal núcleo, de ser detectado por las autoridades colonialistas, pondría en peligro a todos los que en la Isla participaban en esos preparativos, como efectivamente ocurrió: casi todos los miembros de esa instancia fueron detenidos tras los primeros alzamiento libertadores de la que es conocida como la Guerra Chiquita. Y Martí fue deportado a España por segunda ocasión, sin ser siquiera sometido a juicio.

Con esa experiencia, al escapar de la metrópoli y reunirse con el general García en la ciudad norteña, Martí, convertido en uno de los hombres de confianza de aquel, supo moverse con sumo sigilo para que sus actividades de apoyo a la lucha armada en Cuba no fueran detectadas. Tuvo toda la razón para proceder de ese modo, pues la agencia estadounidense de detectives Pinkerton hizo entrar en su hogar a un agente bajo el pretexto de seguir clases de español con Martí y su esposa. Esa persona informó en más de una ocasión que no podía arrancarle información alguna al matrimonio acerca de las acciones para organizar expediciones a Cuba.

Al crearse el Partido Revolucionario Cubano, fue muy efectiva la astucia conspirativa martiana para no dar indicios de las compras de armas y recursos para enviar a la patria cuando estallase la nueva guerra que se preparaba en cumplimiento de sus funciones de Delegado. De no ser por lo que parece fue una traición de uno de los complotados, que puso sobre aviso a los espías del gobierno español, los tres barcos llenos de armas en el puerto de Fernandina, en la Florida, nunca hubieran sido detectados y embargados los pertrechos bélicos para varios cientos de patriotas que Martí enviaba para los alzamientos en Cuba.

Al tiempo que orientaba las acciones legales para recuperar esos recursos y las embarcaciones, y comunicaba lo sucedido a los patriotas en la Isla y en las emigraciones, Martí cambió la rutina de su vida en Nueva York, de hecho pasó a la clandestinidad. No visitó sus lugares habituales, como su oficina en Front Street, la casa de Carmen Miyares donde residía, la imprenta donde se tiraba el periódico Patria. Desde el 14 de enero de 1895 se ocultó en la casa del médico cubano Ramón Luis Miranda. Pocos de sus colaboradores sabían dónde se hallaba ni supieron que, luego de firmar la Orden de Alzamiento enviada a la Isla, el 30 de ese mes se embarcó para República Dominicana para reunirse con el general Máximo Gómez. Los espías seguían informando que Martí estaba perdido.

 

Foto tomada junto a un grupo de miembros del Cuerpo de Consejo de Kingston, Jamaica, el 10 de octubre de 1892.

Foto tomada junto a un grupo de miembros del Cuerpo de Consejo de Kingston, Jamaica, el 10 de octubre de 1892.

 

Durante dos meses Martí se movió por República Dominicana y Haití eludiendo una y otra vez la vigilancia enemiga, que en algunos momentos logró localizarlo. Al parecer se quitó el bigote para no ser reconocido. En Cabo Haitiano, donde se embarcó hacia la guerra con Gómez y sus otros cuatro compañeros, se mantuvo escondido y abordó el carguero alemán cuyo capitán era el único que sabía quiénes eran esos viajeros y cuál era su destino. A pesar de que subieron por la escalerilla en plena tarde soleada, los espías no los detectaron y los colonialistas solo supieron días después de esa partida, a pesar de que un buque de guerra inglés los buscaba por las aguas entre Haití, Cuba y las islas Turcas.

Después de las 10 de la noche del 11 de abril de 1895, desembarcaron el por Playita, en la zona de Guantánamo. José Martí, el Delegado del Partido Revolucionario Cubano, estaba en Cuba, hacia la guerra convocada por él.

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