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Mario Carreño, donde empieza la luz

18 de octubre de 2013

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El pasado 4 de octubre fue inaugurada en el Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes la muestra Mario Carreño, donde empieza la luz, concebida por el curador Roberto Cobas, con motivo del centenario del natalicio de ese artista. La misma está conformada por 30 piezas, entre óleos y dibujos, pertenecientes al período 1937-1957, años en los que residió en su tierra natal, antes de establecerse en Chile, donde residió hasta su muerte en 1999.
Nacido el 24 de junio de 1913 en la calle San Francisco 110 de La Víbora, Carreño tomó en su niñez unas clases con el académico Antonio Rodríguez Morey y logró que la Academia San Alejandro le abriera sus puertas con apenas doce años de edad, en 1925, aunque deja de asistir apenas un año después. Comienza a trabajar en el Diario de la Marina, primero como “retocador” y luego como ilustrador, por entonces su firma era “K rreño”. Entre otros materiales que estuvieron acompañados por sus dibujos, puede señalarse nada menos que la atrevida publicación de los Motivos de son de Nicolás Guillén.
En 1932 se marchó a España, donde recibe clases por poco tiempo en la Academia de San Fernando. Pronto establece relaciones con Pablo Neruda – con quien mantendrá una amistad que sólo la muerte del poeta pudo cerrar- Rafael Alberti, Federico García Lorca y otros intelectuales.
Tras el estallido de la Guerra Civil en 1936 decide retornar a Cuba, pero la atmósfera no es favorable a sus inquietudes artísticas. Por unos meses vive en México donde se interesa por el movimiento muralista de Rivera, Orozco y Siqueiros, aunque la influencia decisiva sobre su estilo sería la del pintor dominicano Jaime Colson quien le trasmite el empaque clásico de piezas como Nacimiento de las naciones americanas, pintada en 1940 e incluida en la muestra de Bellas Artes, donde hay una fuerte huella del muralismo renacentista con sus figuras humanas modeladas a la manera escultórica, lo que ocurre también en Descubrimiento de Las Antillas, creado en ese mismo año.
Tras otra breve estancia en Cuba, decide establecerse en París, por tres años frecuenta el Montparnasse bohemio, se codea con artistas de vanguardia, explora los tesoros del Louvre, pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939 le hace desplazarse a Nueva York. Estará en Cuba de nuevo entre 1941 y 1944, en un período que resulta clave para su vida y obra.
La muestra nos permite acercarnos a la evolución de la estética del artista, que gradualmente va dejando a un lado la impronta del muralismo mexicano y el clasicismo que procede de Picasso y Jaime Colson, para incursionar en el abstraccionismo, como demuestran las obras fechadas en los años 50 del pasado siglo, como Donde empieza la luz, pintada en 1956, que da título a la exposición.
En 1958 el artista se estableció en Chile donde realizó una importante labor artística y docente. En 1993 retornó a la Isla y el Museo Nacional organizó una retrospectiva que avivó el interés del público por este miembro de la segunda promoción de nuestra vanguardia pictórica que resultaba poco menos que olvidado en su tierra natal.
El creador falleció en Santiago de Chile el 20 de diciembre de 1999. Es de esperar que este nuevo homenaje de Bellas Artes despierte el interés en el estudio exhaustivo de la obra de Carreño entre nosotros.

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