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María de los Ángeles Santana (XXXVII)

24 de enero de 2020

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Para los lectores de esta sección procedemos a intercalar capítulos de nuestro libro Yo seré la tentación: María de los Ángeles Santana, publicado por el sello Letras Cubanas, cuya tercera edición acaba de ser puesta a la venta en ocasión de la Feria Internacional del Libro de La Habana correspondiente al 2017.

El 5 de diciembre de 1938 se pre-estrena en Radio Cine El romance del Palmar, que se engarza a las características del cine comercial producido en otras naciones de América Latina en aquellos años, el cual distorsiona personajes y realidades de la vida nacional.

Aunque la crítica valora positivamente los resultados de fotografía y sonido con respecto a Sucedió en La Habana, el nuevo largometraje carece de un guion de calidad a causa del reiterado argumento de zarzuela que ofrece Agustín Rodríguez al sustentar la acción dramática de la película a través de un pintoresco muestrario del entorno criollo en el campo y la ciudad, acompañado de una amplia variedad de géneros de la música cubana.

Tras su primera proyección pública, periodistas de reconocido talento no pueden soslayar la presencia de la Santana en la segunda producción cinematográfica de la PECUSA. Francisco Ichaso elogia en el Diario de la Marina la «[…] voz, el garbo y la interpretación ajustada» de ella, en tanto que Augusto Ferrer de Couto asegura en las páginas de Alerta:«María de los Ángeles Santana, más bella que en “Sucedió en La Habana” y con un dominio de la escena y naturalidad que demuestra que hay madera de artista».

A más de seis décadas de redactarse tales valoraciones acerca de su labor primaria en el arte, María de los Ángeles Santana aún posee la llaneza que desde tal época la identifica y se impone en su primera entrevista concedida, hecha por Lourdes Bertrand en la víspera del estreno de El romance del Palmar. En ella elude su participación en el filme y vuelca sus declaraciones en elogios a otras figuras y los esfuerzos por hacer películas en Cuba:

-Se ha realizado […] un bello, magnífico esfuerzo en pro del séptimo arte, tanto por parte de los artistas como por parte de los técnicos. Doña Chana (Alicia Rico) hace una guajira estupenda y Don Chucho (Julio Gallo) parece que ha venido «del campo» a trabajar en películas; Garrido y Piñero están inimitables en su inagotable gracia criolla. He visto los «rushes» y francamente estoy admirada y orgullosa como cubana y como artista de que seamos capaces de realizar brillantemente películas tan buenas como las mejores de compañías extranjeras; desde luego que el éxito es una consecuencia del empeño fervoroso que en su trabajo han puesto sus principales intérpretes… cada uno de ellos ha contribuido de manera decisiva al éxito de este gran film.

Rita Montaner […] ya se reveló en Sucedió en La Habana como una maravillosa actriz y cantante de la pantalla, robándose, por decirlo así, todas las simpatías de los espectadores del citado film. Ahora El romance del Palmar coloca a Rita Montaner en la cúspide de la actualidad artística y vuelven sus éxitos, ya que hace ella como nadie el milagro de renovar cada nueva primavera, al igual que vuelven siempre a surgir las flores del regazo de la tierra pródiga.

Alentada por esos razonamientos, la Santana se incorpora a principios de 1939 al rodaje de la comedia Mi tía de América con el equipo técnico de la película anterior, excepto Ramón Peón, que en esa fecha abandona la PECUSA por diferencias de criterios con la dirección de esa firma y, ante el desolador panorama de la cinematografía cubana, tres años después retorna a México y sigue su quehacer profesional.

Lo sustituye en el cargo el español Jaime Salvador Valls, que estudiara en París, donde permanece más de tres lustros, en los cuales dirige filmes para la Pathé y la Gaumont, funge posteriormente como productor en la primera película sonora hecha en España: Mercedes, y en Hollywood realiza Castillos en el aire con la entidad latinoamericana Eduardo Le Baron.

Jaime Salvador, asimismo, escribe el guión de Mi tía de América, alejándose por completo de personajes y temas de nuestro teatro bufo al basar la trama en los esfuerzos del joven criollo Eduardo del Valle, residente en Madrid, para no perder la mesada enviada desde Cuba por su tía Isabel, una vez que esta exige del sobrino casarse con una descendiente de la nobleza española.

A fin de satisfacer la debilidad de Isabel por la aristocracia y asegurar la posterior herencia de su fortuna, Eduardo planea un matrimonio con una falsa condesa de Miraflores, en realidad una corista madrileña llamada Margarita, que se presta a la farsa a cambio de una retribución monetaria. Para acometer el plan ambos obtienen la colaboración del veterano actor Nepomuceno Conde, convertido en padre de una hija que nunca llegaría a tener. Embarcan hacia Cuba bajo el escudo del Condado de Miraflores y se complica el argumento al Eduardo enamorarse de María Luisa, una joven que viaja de incógnito a la isla al lado de su progenitor y son los verdaderos miembros de esa casa nobiliaria.

El resto de la historia ocurre en la casa de campo de Isabel, quien se enamora del supuesto conde, que ve en esa relación la gran oportunidad de su vida, y también con el amor a primera vista entre la presunta esposa de Del Valle y Carlos, el administrador del ingenio de la tía. El enredo alcanzará su clímax cuando aparecen los auténticos condes de Miraflores.

Con Mi tía de América Jaime Salvador Valls logra una película de buena factura, por su claro concepto acerca del cine, que le permite un hábil manejo de las cámaras, desarrollar la acción sin lagunas o escenas reiterativas y la elección de sets que, a juicio de la crítica, son comparables en la época con los de cualquier filme extranjero y los mejores entre los presentados hasta ese instante en un largometraje nacional, tras El romance del Palmar.

Por supuesto que en el éxito inmediato del largometraje no puede obviarse la calidad de los artistas incorporados. En una ruptura con su habitual personaje del «gallego», Federico Piñero, encarnando a Nepomuceno Conde, demuestra ser en nuestro séptimo arte “[…] el actor cubano que más ha asimilado la técnica de la representación […],”según afirma José Manuel Valdés Rodríguez, pionero de la crítica cinematográfica en Cuba, que asimismo subraya en sus valoraciones la «[…] naturalidad, vis cómica e inolvidable capacidad para interpretaciones de carácter […]» de María Pardo que, en el papel de la tía Isabel, muestra la dicción, expresión corporal y facilidad de desplazamiento que le aseguran un importante sitio en la historia teatral criolla, luego de debutar como cupletista varios años atrás con el sobrenombre de La Gheisa.

La caracterización de Eduardo del Valle está certeramente diseñada por Juan José Martínez Casado, que vuelve a La Habana contratado por la PECUSA para asumir ese protagónico en Mi tía de América, con el cual reverdecen sus méritos de actor en películas rodadas en México. Una ajustada interpretación de la condesa apócrifa lleva a cabo Pituka de Foronda, joven actriz del grupo La Cueva: Teatro de Arte de La Habana que, con anterioridad, incorporara uno de los papeles fundamentales de La serpiente roja.

El press book promocional de la cinta recalca que Alberto Garrido, «[…] el hombre que ha hecho reír a todos los habitantes de Cuba» deja a un lado su «negrito» del teatro vernáculo y permanece «blanco» en su caracterización de Goyito en Mi tía de América, en la que también pone de relieve su capacidad histriónica Francisco (Paco) Lara, que aparte de sus giras por países de América Latina, España y Francia, cosecha notables lauros en el teatro nacional y participa en producciones de nuestra cinematografía.

Una acertada determinación adopta Jaime Salvador al seleccionar a la Orquesta de los Hermanos Palau para la animación de pasajes de la película y en responsabilizar con la dirección musical al maestro Gilberto S. Valdés, famoso en nuestra patria tras presentar públicamente orquestaciones de su obra inspirada por musas africanas, pero que para Mi tía de América compone «música blanca y pura». Se trata de las partituras Sabor de rumba, que interpreta Juan José Martínez Casado; Mercé, cantada a dúo por Alberto Garrido y Margot Alvariño en el rol de Encarna; y Serenata criolla, la cual recae en María de los Ángeles Santana, quien personifica a Carmela.

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