ribbon

María de los Ángeles Santana (XXXIV)

27 de diciembre de 2019

|

 

012

 

Para los lectores de esta sección procedemos a intercalar capítulos de nuestro libro Yo seré la tentación: María de los Ángeles Santana, publicado por el sello Letras Cubanas, cuya tercera edición acaba de ser puesta a la venta en ocasión de la Feria Internacional del Libro de La Habana correspondiente al 2017.

 

Al anunciar el contenido de Sucedió en La Habana, un press book promocional de la película lo sintetiza con los siguientes términos: música, mujeres, bailes, tipicismo, romance, intriga, paisajes, comicidad y emoción. Sin embargo, sólo el primer aspecto será el único digno de tomarse en cuenta en la primera realización de la PECUSA, al examinar criterios periodísticos y el valor de las partituras incluidas en el filme.

De existir en la actualidad una de sus copias, pudiera enjuiciarse, entre otras cuestiones, cómo interpretan figuras de nuestro arte más de una decena de obras de autores cubanos, en su mayoría con orquestaciones de Gonzalo Roig, e intercaladas por él en cerca de 90 minutos de duración del largometraje.

Aparte de la música incidental y de sus creaciones Son caliente, el pregón El esponjero y el punto cubano Los dos gallos, entonadas por Rita Montaner, Alberto Garrido y el Trío Pinareño, respectivamente, el maestro Roig introduce en la película La bella cubana, habanera del universalmente célebre violinista matancero José White Laffite, la cual sirve de motivo principal y final, cantada sucesivamente por Luana Alcañiz, Osvaldo Escobar y Juan Torena; Como arrullo de palmas, de Ernesto Lecuona, quien desde años atrás añade a su condición de virtuoso del piano un vasto catálogo autoral en el que descuellan las zarzuelas El cafetal, María la O y Rosa «la China», operetas, revistas, danzas, e inspiradas canciones y boleros que recorren el mundo; El arroyo que murmura, punto cubano de Jorge Anckermann, calificado en aquel contexto el más fecundo de los músicos nacionales; y Ojos de mar, de Félix B. Caignet, en la voz de Ubaldo Catasús, uno de los jóvenes valores que aparecen en el filme, secundado por el Trío Pinareño y el Cuarteto Luna.

Párrafos del press book distinguen un fragmento de la película en que se evoca una fiesta negra durante el período esclavista en la isla y sobresale la Montaner en su papel de genuina intérprete de nuestro folklore con Sangre africana, de Gilberto S. Valdés, cuyas partituras afrocubanas se ubican entre los exponentes de ese género en nuestra música. Destacan, además, el pasaje de la fiesta de la Cruz Roja, en el hotel Nacional, donde bailan las hermanas Milanés mientras Margot Alvariño canta ¿Qué es el danzón?, de Moisés Simons, uno de nuestros más importantes autores de canciones y pregones, que en 1934 obtiene un trascendental éxito en Francia al estrenarse su opereta Toi c’est moi, la cual alcanza más de 400 funciones en el escenario del Teatro Bouffes Parisien.

Elogiosas frases se otorgan a la secuencia en que aparece María de los Ángeles Santana, las cuales encuentran inmediato eco en la prensa tras la proyección privada de Sucedió en La Habana, efectuada en Radio-Cine [hoy Jigüe] a las 11:30 pm del 5 de julio de 1938. Al siguiente día ella descubre en ese coliseo las emociones que despiertan en un artista los aplausos, cuando finaliza su primera salida ante el público en un espectáculo ofrecido al pre-estrenarse el filme.

Llegó la fecha del pre-estreno de Sucedió en La Habana, en Radio-Cine, con un espectáculo en cuyo inicio habló José Sánchez Arcilla, que presentó a Peón y luego actuaríamos algunos de los protagonistas de escenas musicales de la película. Ya habían desfilado por el escenario el Trío Pinareño, Ubaldo Catasús y Margot Alvariño, quienes se echaron al público en un bolsillo al hacer derroche de su talento, antes de que me correspondiera salir a cantar Si me pudieras querer, acompañada de Guyún y la Orquesta Sinfónica, bajo la dirección de Roig.

Debo explicar que en Radio-Cine se reunían personas dispuestas a rechiflar a los artistas, no perdonaban a nadie si no era de calidad. Muy famosa fue la anécdota de la fuerte silba tributada, en sus primeras actuaciones en La Habana, a Pedro Vargas, el llamado «Tenor de las Américas», que con su apacible voz calmó inteligentemente a los espectadores al decirles:«Para mi sorpresa he sido víctima de un momento tan desagradable en Cuba, donde me han premiado con tantos elogios y aplausos. No puedo creer que sea a mí al que propinaron esos silbidos, sino a la canción. Evidentemente no les gusta y ustedes son dueños de manifestar su desagrado si no les satisface. ¿Cuál otra desean oír?».

Es probable que al recordar ese suceso, sumado al inminente impacto de salir frente a un público por primera vez, unos minutos antes de aproximarse mi turno en el programa me vi presa de un intenso nerviosismo. Toda temblorosa le dije a Sánchez Arcilla: «Me estoy muriendo de miedo. No puedo ir para el escenario, creo que ni me sale la voz». Él y Guyún no lograban calmarme a plenitud y en eso Rita Montaner, que se hallaba cerca y vio cómo yo no le ponía fin a mi perorata y estado de nervios, vino hacia donde nos encontrábamos, me cogió por un brazo y manifestó, aunque no voy a citar las «margaritas» y «claveles» salidas de su boca: «Ahora es tu oportunidad de demostrar si posees lo necesario para estar en un escenario delante del público. Ese es el que decide», y acto seguido me dio un señor empujón que me situó en la escena.

Me sentía aún bajo los efectos de las palabras y el gesto de esa mujer capaz de dominar un escenario con tanta maestría, cuando Guyún y la Orquesta se dispusieron a acompañarme. No sé cómo tuve valor, pero les pedí esperar un segundo, quería dirigirle unas palabras al público. Ahí surgió esa necesidad mía, si ha sido posible, de hablar antes de actuar. Expresé que me ponía en sus manos y pedí excusas por encontrarme entre tantos artistas famosos.

Con exactitud no sé lo que dije, ni cómo canté y es probable que por presentarme humildemente, despojada de ostentación, sin prepotencia y muy lejos de considerarme la mejor del cine cubano, dados mis atributos físicos en esa época, no me sacaron en hombros del teatro, pero fue lo suficiente para recibir fuertes aplausos. Y uno de los más emotivos premios recibidos luego del estreno de Sucedió en La Habana estuvo en una fotografía de Bola de Nieve con la siguiente dedicatoria: «En la vida me ha gustado confiarme a otras personas en el grado de amigo, y al oírte cantar Si me pudieras querer soy tu amigo incondicional».

Galería de Imágenes

Comentarios