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María de los Ángeles Santana XLVI

8 de mayo de 2020

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Maria de los angeles santana

 

Para los lectores de esta sección procedemos a intercalar capítulos de nuestro libro Yo seré la tentación: María de los Ángeles Santana, publicado por el sello Letras Cubanas, cuya tercera edición acaba de ser puesta a la venta en ocasión de la Feria Internacional del Libro de La Habana correspondiente al 2017.

 

Concluidas las pocas semanas de que dispone para descansar y conocer la capital y otras partes de México, María de los Ángeles emprende su labor en ese país, la cual arranca con la entonces recién creada firma cinematográfica Films de México, para la que Ramiro Gómez Kemp dirige tres cortometrajes realizados en colores, que incluyen la participación de un grupo de artistas de distintas naciones de América Latina, entre ellos La Santana.

Se hicieron unos documentales que se llamaron Esclavitud, Estampas habaneras y Conga Bar, de los cuales participé en el último. Para esas películas se contrató también a la cantante puertorriqueña Myrta Silva, a la venezolana Kali Karlo y a mis compatriotas Miguelito Valdés, la pareja de baile Los Barranco, las rumberas Estela Morín y Alicia Parlá, las vedettes Cecil Abreu y Luisita Alfonso y a Sergio Orta, que se ocupaba del diseño del vestuario y de las coreografías.

Eso fue lo primero que hice en México por solicitud de Eliseo, a quien contrataron para la música de tales producciones, que eran un espectáculo de variedades con el fin de presentar un muestrario del folklore cubano, principalmente a través de atractivas obras de Grenet. e canté “Luna del Caribe”, “A La Habana me voy” y la serenata cubana “Tra la la la la”, que él me dedicó y sería uno de mis principales éxitos interpretativos en México: Asómate a la ventana,/ trigueña de lindos ojos,/ que en esta fresca mañana/ postrado de hinojos/ te vengo a cantar:/ tra la la la la, chiquita bonita,/ tra la la la la, risueña trigueña,/ tra la la la la, graciosa y hermosa,/ chiquita bonita,/ eres todo mi amor.// Tra la la la la/ tra la la la la/ tra la la la la.

Una favorable acogida recibe del público y la crítica especializada el cortometraje Conga Bar, en el cual participa La Santana. Bajo el título “María de los Ángeles Santana: una mujer y una artista”, la prensa mexicana publica por aquel tiempo una fotografía suya acompañada del siguiente artículo:

Entre los muchos elementos artísticos que desde la bella isla de Cuba han llegado en pos de la gloria del cine mexicano, sede del arte hispanoamericano, se destaca por sus muchas cualidades María de los Ángeles, de cuya belleza puede dar una ligera idea la fotografía que acompaña estas líneas de presentación de una estupenda bailarina, una cancionista deliciosa y una actriz muy estimable, cualidades todas estas que posee una MUJER, así, con mayúsculas, si para escribir la palabra mujer con mayúsculas se tiene la idea de una belleza sumamente atractiva.

En Conga Bar, uno de los cortos que elementos tropicales de nuestro cine filmaron para enriquecer el cine mexicano, debutó María de los Ángeles. Pero habrá que esperar a que la situación de la industria se normalice para presenciar su triunfo inicial que será el primer escalón hacia el triunfo definitivo.

No estamos hablando con puras buenas intenciones. María de los Ángeles tiene, en su tierra, un historial artístico sumamente respetable. Sumamente versátil, en un arte tan complejo, tan variado como el séptimo, puede ser aprovechada en todas sus facetas. Ya como mujer bella; ya como intérprete de la música de moda; lo mismo como buena bailarina que como empeñosa actriz.

Sabemos de firme que un productor —no damos el nombre porque no estamos autorizados para ello— está ya cerrando un trato con María de los Ángeles para darle un principalísimo rol en una próxima película. Nosotros cumplimos con nuestra obligación de presentar al público una figura nueva, y que tiene noventa probabilidades en cien de “pegar” arriba.

Los propios resultados del cortometraje que hice para la compañía Films de México me abrieron otras puertas. La primera fue un contrato que me llegó por medio del maestro Eliseo Grenet para trabajar unas semanas en la XEOY, Radio Mil, una emisora que entonces contaba con muy pocos años de creada.

Como la Segunda Guerra Mundial atravesaba un momento candente, en los noticieros se le concedía especial importancia a los combates relacionados con ese conflicto, y en los programas musicales participaban numerosos artistas extranjeros y de México, que en esa época era una de las principales plazas artísticas de América Latina.

 Durante mi permanencia en la XEOY tuve buena aceptación y las personas que dirigían la planta me dieron un trato exquisito. Recuerdo que allí me pasó algo hasta cierto punto simpático, al encontrarme en un local de la emisora con el maestro Eliseo Grenet ensayando una de las obras a incluir en la transmisión de ese día, mientras que Julio se entretenía en observarnos recostado del piano.

De pronto, Eliseo se viró y le dijo: “Julio, no juegues, tenemos poco tiempo para ensayar y estás moviendo el piano”. Julio reaccionó un poco molesto a ese planteamiento y le respondió: “Maestro, no estoy empujando el piano. ¿Cómo usted va a decir eso?”. Grenet le ripostó: “Sí señor, mira como lo estás haciendo ahora mismo”. Julio se retiró totalmente del sitio en que estaba y el piano no sólo siguió moviéndose, sino que tras él empezó a desplazarse la banqueta en la cual permanecía sentado el maestro Grenet e, incluso, yo misma. La lámpara del techo se movió como si fuera un péndulo y, de pronto, nos gritaron desde la puerta: “¡A la calle, está temblando la tierra!”. Salimos despavoridos del recinto a causa del temblor que, a pesar de ser de poca intensidad, nos conmocionó y afectó, al dejarnos una sensación de náuseas y de mucho vértigo por la falta de estabilidad en el suelo, en el cual uno no siente su firmeza.

La gente de la radio se reía a mandíbula batiente al desconocer nosotros cómo era un verdadero temblor de tierra y me contaban que en esa circunstancia ellos se iban de inmediato hacia la calle con el fin de evitar ser sepultados por los edificios, ante su posible desplome, aunque en la vía pública podía correrse el peligro de las grietas enormes abiertas de momento en el suelo para originar un espectáculo horrible, el cual, gracias a Dios, jamás llegué a ver en los tres o cuatro temblores de tierra que experimenté en la capital mexicana.

En las semanas que trabajé en la XEOY, Grenet me presentó a René Cardona, el actor y director cubano de cine que desarrolló casi toda su carrera en México, donde ayudó a tantos de sus coterráneos al compartir de inmediato con ellos la desahogada posición económica de que disfrutaba. Aparte de sus méritos profesionales, fue un hombre que no sólo admiré mucho por su calidad profesional, su excelente voz, su espléndida figura física, su carisma, sino también por una ilimitada bondad que siempre regó entre los que trabajaron a su lado.

Fue precisamente René el encargado de hablarle al mago norteamericano Fu Man Chu, a quien había dirigido en el cine y era su amigo personal, acerca de que yo encajaba perfectamente en el rol protagónico femenino del filme Asesinato en los estudios, en el cual él se destacaría una vez más en su papel de ilusionista, e iba a dirigir Raphael Sevilla, con el que Cardona también desarrollara antes una estrecha colaboración.

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