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María de los Ángeles Santana LXXV

19 de abril de 2021

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Para los lectores de esta sección procedemos a intercalar capítulos de nuestro libro Yo seré la tentación: María de los Ángeles Santana, publicado por el sello Letras Cubanas, cuya tercera edición acaba de ser puesta a la venta en ocasión de la Feria Internacional del Libro de La Habana correspondiente al 2017.

Hoy damos continuidad a las reflexiones de la Santana acerca de su labor en el teatro Lírico, del Distrito Federal, de México,

Y la narración de la Santana prosigue con el inicio de sus labores artísticas en el Gran casino Nacional, en 1946.

 

En los dos espectáculos diarios del Gran Casino Nacional participan, a su lado, Gloria Le Roy, contratada en Estados Unidos y, según la prensa, la única danzarina en el mundo capaz de bailar en un solo pie; Zarco y Beryl, pareja de bailarines procedente del centro nocturno Latin Quarter, de la ciudad de Detroit; y el escritor humorístico Arturo Liendo, que evidencia sus dotes como animador de cabaré. Para hacer placenteros los bailables, se encuentran, en esa etapa, la orquesta Casino de la Playa y el conjunto del más grande percusionista en la historia musical de la Isla: Chano Pozo, quien a través de sus tambores logra que hablen sus ancestros africanos y toda Cuba. En días posteriores sustituye a este último el trío Matamoros, integrado por las cubanísimas voces de Miguel Matamoros, Siro Rodríguez y Rafael Cueto, poseedores de un vasto repertorio de canciones, guarachas, pregones, rumbas y boleros-sones que causan sensación en América y Europa.

A tal experiencia en el Gran Casino Nacional suma la Santana otro contrato, en 1946, para los «Sábados de Moda» del Jockey Club, en Marianao, mientras sus actuaciones teatrales alcanzan un nuevo momento de esplendor al debutar en el Teatro América el 21 de octubre. Junto al cantante, actor y compositor argentino Charlo, y sus guitarristas Arana, Torres y Olmedo, participa en dos programas diarios, en los cuales la secunda la orquesta Riverside, próxima a iniciar una gira al exterior.

Sin embargo, lo más trascendental para María de los Ángeles a lo largo de ese año ocurre a las 6 p.m. del miércoles 3 de diciembre, cuando ella y la orquesta de los Hermanos Palau son los primeros artistas nacionales cuyas siluetas reproducen las cámaras de televisión instaladas en un estudio que se crea en 23 y P, en los bajos del cabaré Montmartre, al estrenarse Television Show, con el cual se realizan las pruebas primarias en Cuba del medio artístico anunciado como el «más grande invento del siglo».

Su llegada a la patria se debe a las gestiones iniciales de Julio Vega, en Nueva York, llevadas después a vías de hecho —desde el punto de vista económico y técnico— por la compañía Cuban American Television and Hotel Chain Inc., que preside J. Ricardo Planas, a quien, en las coordinaciones artísticas, apoya el empresario Heliodoro García.

El Diario de la Marina publica el 1º de diciembre de 1946 las fotografías de los artistas participantes en Television Show, entre ellas la de María, quien aparece con el rostro colocado sobre la parte superior de uno de los lujosos muebles que entonces sirven de soporte a los equipos de televisión. Tres días después expresa el mencionado rotativo: «Cuba debe sentirse orgullosa, como debemos de sentirnos orgullosos todos los cubanos, ya que éste es uno de los primeros países fuera de los Estados Unidos, que admiran el magnífico invento».[1]

Un gran amigo de Julio, Ricardo Planas, fue el que hizo las principales gestiones para que se hiciera realidad el sueño de mi esposo de traer la televisión a La Habana y también determinó que yo apareciera en el programa con que se daría a conocer este invento en Cuba, en lo cual también influyó Heliodoro García, quien en esa época era mi representante y estaba responsabilizado con las contrataciones artísticas del programa.

El propietario de la agencia Dodge-De Soto, ubicada en los bajos del Montmartre, en 23 y P, fue muy gentil al retirar los automóviles que tenía allí y poderse crear el estudio en que se harían las trasmisiones desde las seis de la tarde y hasta altas horas de la noche en grupos de cincuenta personas. La primera de ellas causó un verdadero revuelo en La Habana, pues al público le sucedió igual que a mí en Nueva York, cuando ví mi imagen proyectada a través de una cámara. Ese día fundamentalmente se dieron cita en el improvisado estudio de El Vedado personalidades del gobierno, del cuerpo diplomático y periodistas deseosos de saber qué era la televisión.

Acogí aquello con un entusiasmo extraordinario. Siempre me ha fascinado lo nuevo y en esa oportunidad no sólo participé como cantante, acompañada por la orquesta de los Hermanos Palau, que también hacía su presentación aparte, sino, además, en calidad de animadora, explicándole a los asistentes el alcance de la televisión en cualquier país del mundo que la acogiera. Aquí fue una especie de conmoción, al transmitirse el programa presentado en 23 y P hasta el estudio-teatro de Radio Progreso y los bajos del Centro Gallego, donde se instalaron equipos de televisión en los que el público contemplaba a los artistas y a las personas congregadas en el local situado en los bajos del cabaré Montmartre.

Pero casi a raíz de empezar Television Show, los dueños de algunas firmas comerciales que patrocinaban numerosos programas en la radio, pensaron erróneamente en esos momentos que la televisión afectaría sus intereses económicos y por esa causa se dieron a la tarea de sembrar burlas y una desconfianza total hacia el nuevo medio, calificándolo de engaño al público. Tal vez presionado por esos intereses, el propio Amado Trinidad me llamó a su oficina para decirme: «María, estoy horrorizado. Tú eres artista exclusiva de la firma Crusellas en RHC-Cadena Azul, ¿cómo te vas a prestar para meterte en ese asunto de la televisión? Eso es un verdadero fraude, un mecanismo de espejos y de cosas que han inventado para alborotar a la gente, pero que no existe en realidad. Voy a verme en la obligación de romper tu contrato si no le pones término a eso».

Aunque no me arredraron las amenazas de Amado, empezamos a encontrar obstáculos los que estábamos ligados a la experiencia de la llegada de la televisión a Cuba, donde quizás en 1946 se hubieran podido crear las condiciones para el inicio de las trasmisiones. Sin embargo, la falta de visión de muchos que tenían el dinero necesario, dio al traste con tales empeños y los norteamericanos vinculados directamente al negocio embalaron sus gigantescos aparatos y decidieron seguir sus pruebas en otras naciones de América Latina, en un instante en que recibíamos llamadas telefónicas y telegramas de personas del interior de la Isla interesadas en conocer detalles acerca de la televisión.

Los acompañamos al muelle de San Francisco y para mí fue sumamente doloroso ver alejarse de mi patria unos equipos que representaban tantas señales de progreso para los seres humanos. Después, la televisión motivó hasta al mismo Trinidad, que sólo pudo pensar en ella, pues la ruina de su imperio radial lo aplastaría por completo, y sí llegarían a concretar sus intereses al respecto Gaspar Pumarejo[2] y Goar Mestre,[3] quienes, cada uno por su cuenta, procederían a inaugurarla con un sentido comercial.

 

(CONTINUARÁ)…

[1] Diario de la Marina. La Habana, 4 de diciembre de 1946, p. 5.

[2] Gaspar Pumarejo inauguró oficialmente la televisión en Cuba el 24 de octubre de 1950, al iniciar sus transmisiones el Canal 4, Unión Radio Televisión.

[3] Goar Mestre inauguró el Canal 6, de CMQ, el 18 de diciembre de 1950.

 

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