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María de los Ángeles Santana (L)

28 de julio de 2020

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Para los lectores de esta sección procedemos a intercalar capítulos de nuestro libro Yo seré la tentación: María de los Ángeles Santana, publicado por el sello Letras Cubanas, cuya tercera edición acaba de ser puesta a la venta en ocasión de la Feria Internacional del Libro de La Habana correspondiente al 2017.

 

Las valoraciones del desempeño artístico de la Santana en las jornadas del teatro Variedades quedan recogidas en algunas publicaciones. Entre otras, aparece la de un periodista de apellido Butardi que, en su leída sección «Desde mi butaca», del periódico Veracruz Ra-Ra-Ra, opina, el 1º de junio de 1944:

Hablar de lo que ha traído el señor José Justemberg al Teatro Variedades es innecesario. El público, conocedor de lo bueno, llena noche a noche la sala del citado coliseo y premia, en merecida justicia, la labor del estrellato que fulgura en el escenario del popular teatro.

Blanca de Castejón, Lalito Montemayor, Rafael Banquells, figuras destacadas del cine nacional, cubren los sketches, comedias, con beneplácito del público. Pero lo esplendoroso del espectáculo es, sin duda alguna, el cuadro de estrellas del maestro Eliseo Grenet, donde figura María de los Ángeles Santana, algo maravilloso, algo sublime, Blanquita Amaro, bellísima intérprete del son y la rumba y el cantante de color Rafael Deyón, […] de una voz agradable. Alma de este conjunto es el maestro Eliseo Grenet, antiguo conocido nuestro y uno de los grandes maestros y compositores de música de la Perla Antillana. El maestro Grenet, fecundo en producción, tiene en su haber infinidad de composiciones que el público de México conoce y recuerda con cariño. […]

Después de las actuaciones en el Variedades, María de los Ángeles viaja a Mérida para actuar en el teatro Contreras con los restantes miembros de la citada compañía, excepto Blanquita Amaro, que se ve en la necesidad de retornar al Distrito Federal por compromisos artísticos. Una atmósfera similar a la de Veracruz y, por lo tanto, a la de Cuba, respira en la capital del estado mexicano de Yucatán.

Grata impresión deja en la Santana la llamada «Ciudad Blanca» por la limpieza de sus bien trazadas calles y el color de los materiales, principalmente de la piedra, con que están construidos sus edificios, entre los que sobresale la catedral, verdadero exponente del más puro renacimiento español. En la cercana zona arqueológica de Uxmal se extasía ante la pequeña y bien tallada Casa del Enano, donde residiera un mítico gobernador; el Cuadrángulo de las Monjas —formado por cuatro edificios que descansan sobre una plataforma—; el Palacio del Gobernador; y la Pirámide del Adivino, de veinte metros de altura y pintada de diferentes colores.

Al igual que Veracruz, Mérida me hizo recordar a Cuba. Primero, por encontrarse asentados allí numerosos coterráneos que hablaban de su facilidad de adaptarse a vivir en esa ciudad como si fuese una prolongación de nuestra patria por su clima maravilloso y el trato familiar de la gente a los extranjeros.

El público del Contreras era excelente. Ahí fue donde Julio tuvo su primera oportunidad de trabajar en el teatro, al amanecer enfermo el protagonista de un personaje de cierta envergadura en una obra del programa de la noche, la cual se titulaba ¡Huelga! y en la que participarían la Castejón y artistas de su compañía.

Blanca se desesperó ante aquella situación, el teatro estaba completamente vendido, era un verdadero desbarajuste para el prestigio del colectivo suspender la función por una causa de esa índole y no sabía a quién acudir. En eso, Julio, con extraordinaria valentía, le dijo: «No se preocupe. Yo puedo hacerlo». Entonces, ella le explicó que debía caracterizar a un líder obrero que convocaba a sus compañeros a un paro y, además, enfrentarse a dialogar con los empresarios de la fábrica donde se desarrollaría la huelga. De inmediato le entregó el libreto, y al volver al hotel en que nos hospedábamos comencé a repasárselo, acorde con mis mínimos conocimientos en esa época del teatro cómico y dramático. En lo que sí pude orientarlo bien fue en la parte en que debía dar más énfasis a la voz y en cómo comportarse para convencer a los trabajadores.

Cuando Julio salió ante los espectadores y se encaramó con tanta disposición en la tribuna desde la que le correspondía dirigir la palabra a los huelguistas, cualquiera de la compañía pudo pensar: «Se encontró al actor perfecto». ¡Ah!, pero al empezar a hablar aquello resultó terrible, lo traicionaron los nervios y la voz no le brotó, se le convirtió en una especie de gemido que nadie entendía ni lograba escuchar.

Menos mal que en el teatro siempre existe una persona dispuesta a salvar la función en un momento crítico e inesperado. Uno de los actores secundarios subió a la plataforma y, aunque se vio obligado a cambiar el texto de la obra, improvisó una magistral exhortación a sus compañeros, en la cual les explicó que su líder, afectado por la emoción, no podía articular una frase. Al finalizar la pieza, el público fue tan noble que aplaudió tanto al artista «mudo» como al que acababa de graduarse con su actitud en el escenario, motivo por el cual sus colegas estuvieron a punto de sacarlo en hombros del Contreras.

En los pocos días que nos presentamos en ese coliseo se reiteraron los triunfos de Veracruz y, al terminar nuestras contadas actuaciones, regresé con Julio a la ciudad de México, alquilamos un apartamento en un edificio numerado con el 67, en la avenida Independencia, y me incorporé al recién iniciado rodaje de la película La culpable, para la cual me contrataran antes de partir a la gira con Grenet.

(CONTINUARÁ)…

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