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María de los Ángeles Santana (I)

21 de septiembre de 2018

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Para los lectores de esta sección procedemos a intercalar capítulos de nuestro libro Yo seré la tentación: María de los Ángeles Santana, publicado por el sello Letras Cubanas, cuya tercera edición acaba de ser puesta a la venta en ocasión de la Feria Internacional del Libro de La Habana correspondiente al 2017.

 

                                          Prólogo

En una tarde lluviosa de verano, mientras festejábamos el cumpleaños ochenta y ocho de la Santana en una hermosa casa de Miramar, Ramón Fajardo me invitó a revisar en su computadora pasajes relacionados con la labor escénica que ella ha desarrollado bajo mi dirección y formaban parte de su entonces casi finalizado libro Yo seré la tentación, dedicado a la magistral artista cubana.

Cuando terminé de leer el material, que por supuesto me trajo recuerdos y nostalgias, fui invitado a compartir el almuerzo por el autor de la citada obra. Ya de sobremesa, a boca de jarro, me solicitó unas notas introductorias a esa biografía-testimonio, lo cual no me creí capaz de hacer inicialmente. Pero con la voluntad que siempre me caracteriza, decidí emprender tan arriesgada tarea solicitada. No deseaba defraudar a Fajardo y mucho menos a María, quien no sólo es una actriz y cantante que me acompaña en el bregar del teatro desde hace más de treinta años, sino alguien que para mí representa una segunda madre y entrañable amiga.

Me dije que la misión de Fajardo al escribir un libro testimonial acerca de María de los Ángeles Santana, su vida, su obra y su época —tan amplia y sustanciosa a causa de su longevidad— era un acontecimiento, un vínculo de amor y un acto de profunda justicia, además de un absoluto privilegio. El privilegio de un privilegiado, ya que él había andado antes por los caminos de Rita Montaner, otra grande de Cuba, con un texto devenido premio, en el género testimonio, del concurso literario Casa de las Américas 1997.

Transitar a lo largo de la vida de María de los Ángeles era remitirse otra vez al mundo del espectáculo, pero con mucha más largura, emprender un camino más extenso, porque su talento no ha tenido fronteras y, cuando el vedettismo quedó atrás, inició una creciente carrera de actriz dramática que dejaría jugosos frutos en nuestra escena, así como en la televisión y el cine.

He sentido al leer las páginas de Yo seré la tentación la compenetración que se produjo entre el entrevistador y la entrevistada. Aunque el testimonio avanza cronológicamente a pasos seguros, no deja de tener meandros y sorpresas como resultado de conservar el impromptu de la conversación suelta y amigable. A María le gusta hablar de tantas cosas y a Fajardo «nada humano le es ajeno». La encontramos a ella, pero también un amplio paisaje de artistas, teatros, viajes, aventuras, situaciones dramáticas y humorísticas que se entrelazan con una vida dedicada en cuerpo y alma al arte.

Fajardo fue un conductor y un escucha formidables. Es evidente que resultó agotador el trabajo de mañanas, tardes, noches, lo mismo frente a ella que ambos al teléfono. La mayoría de las conversaciones se realizaron en la sala de la casa de María, donde Julio Vega, su esposo, ha cubierto las paredes de retratos de la artista en distintas épocas y situaciones, en sus «grandes momentos», como dice él, que asimismo se adjudica el rol de ser su «artífice», por consagrar su vida a la Santana, como gusta decirle con noble orgullo.

Ahora que tenemos la suerte de viajar del brazo de María, pienso de cuánta dedicación, profesionalidad y entrega requirió para llegar adonde ha llegado. Cuánta medida, honradez, principios, paciencia, humildad y bondad, para también arribar a una ancianidad tan bella, por fuera y por dentro, rodeada sólo de amigos, y llevada con tremenda dignidad.

El trabajo investigativo de Ramón Fajardo refleja ternura, amor, y está inmerso en la profunda admiración que siente hacia su biografiada. Fantástico inventario de anécdotas, detalles, de ver cientos de recortes de prensa, de fotografías, de imaginación y de empeño tenaz. Resulta sumamente atractiva la estructura cinematográfica del libro, la cual favorece su lectura por lo dinámico y óptico de la narración.

¡Es imposible aburrirse con la Santana-Fajardo! Porque esta doctora frustrada —quería ser médico como su padre— ha sido docta en la magia de la ciencia del teatro, docta en los sentimientos a flor de piel, docta en versatilidad, docta en la canción de fina emoción y sutil encanto, docta en dar el consejo sabio, docta en fidelidad y docta en su condición de ser humano.

Creo sinceramente que este volumen nos incitará a hacernos cómplices desde el instante que caiga en nuestras manos y quizás hasta regresaremos a él varias veces. Para los que la admiran será un deleite; para los buenos lectores, una feliz oportunidad de entretenimiento; y para los estudiosos, una fuente en la investigación de los anales artísticos criollos.

Bienvenido este libro, lleno de pasión incalculable y de entrega total a la verdad que con mano amorosa supo recoger el autor.

Bienvenidos María de los Ángeles Santana y Ramón Fajardo y quienes aparecen incluidos en los diferentes capítulos de Yo seré la tentación.

Bienvenida María a las bibliotecas. Mucho antes estaba en nuestros corazones.

Nelson Dorr

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