ribbon

María Cervantes en el recuerdo (I)

13 de septiembre de 2022

|

 

índice

 A los frijoles caballero,
que no hay quien lo cante como yo,
vendiendo plátano,
calabaza amarilla y quimbombó

 

La recuerdo en su maravillosa ancianidad cuando se echaba al público en el bolsillo al colocar sus arrugadas manos sobre el teclado y se ponía a cantar con su exquisita cubanía aquel pregón compuesto en el siglo XIX por un autor de apellido Ramos “A los frijoles caballero…” que se convirtió en lo más gustado del repertorio de esta artista excepcional.

Hija de Ignacio Cervantes —considerado el músico cubano más destacado del siglo XIX—, no resulta difícil comprender que, bajo su orientación, se arraigó en María, desde la infancia, su pasión por la música.

Del padre heredó su estilo pianístico y, como pocos, conocía la interpretación de sus danzas, las que —según Alejo Carpentier— “ocupan en la música de la isla el lugar que ocupan las Danzas noruegas de Grieg, o las Danzas eslavas de Dvorak en las músicas de sus respectivos países”.

Siendo ya una reconocida pianista, cantante y compositora, María Cervantes confesó que ella fue siempre una niña muy refistolera y que empezó a tocar el piano desde muy pequeña, tanto que casi no llegaba al teclado, pero cuando escuchaba algo que le llamaba la atención, iba tan rápido como le permitían sus piernas, y lo interpretaba.

Nacida en La Habana, el 30 de noviembre de 1885, María Cervantes comenzó los estudios de piano con su padre, quien por cierto, la llamaba Chanchín por tener ella las orejas pequeñas y puntiagudas. Alegremente comentaba el gran Ignacio Cervantes que con sus hijos —trece varones y una hembra— formaría toda una orquesta.

Desde muy niña ella se sintió artista. El baile también le entusiasmaba. Su padre al piano empezaba con una danza, pasaba para una mazurca, y seguía con un danzón, mientras ella marcaba el ritmo como una verdadera profesional, y eso que para entonces apenas tenía tres años.

De María son estos recuerdos: “Papá era muy culto, hablaba cinco idiomas. ¡Y cómo tocaba el piano! ¡Y qué decir de sus composiciones!”. “Mucho amaba a su patria, por eso ofrecía conciertos con el violinista José White, con el fin de recaudar fondos para la causa independentista de Cuba”. “Pero también era muy enamorado. A pocos días de su entierro, mamá recibió un cofre y una carta de una de sus amigas, donde le decía que al regreso de París él lo había guardado en casa de ella. Y mamá que era muy celosa, sin pensarlo dos veces, lo tiró al mar”.

Nunca debió haberlo hecho. Aquel cofre era un regalo de una princesa polaca que contenía nada menos que un ejemplar único, impreso, del manuscrito de las obras completas de Chopin.

Screenshot 2022-09-13 at 14-41-51 María-Cervantes-1926.-BR.jpg (Imagen WEBP 719 × 1024 píxeles) - Escalado (57 %)

A la muerte de su progenitor, en 1905, ella se hunde en una profunda tristeza que por más de un año la separa de la música, mas al tocar el piano el primer día, termina una romanza sin palabras que él le había dedicado a ella, y ya enfermo, no pudo acabar. Cuando el poeta matancero Juan Ubago escuchó la pieza y conoció de su historia, le sugirió el titulo: “Fusión de almas”, obra que ella nunca dejó de interpretar en sus conciertos.

Fue entonces cuando decidió continuar sus estudios de piano con el puertorriqueño avecindado en la Habana Gonzalo Núñez, y con Enriqueta García, aventajada alumna de su padre. Su debut profesional se efectuó en el teatro Campoamor en 1929, año en que también graba sus primeros discos en los EE.UU., para la firma Columbia. Actúa también en la RCH Cadena Azul, en la Cuban Telephone Company, en Radio Salas y en el hotel Sevilla, donde se presenta junto al pianista Felo Bergaza. En la Mil Diez trabaja con los compositores y directores de orquesta Adolfo Guzmán y Enrique González Mántici.

Viaja otra vez a los EE.UU., donde graba para la Columbia y actúa en el cabaret del famoso actor y cantante argentino José Bohr. Siempre la acompaña el éxito.

Galería de Imágenes

Comentarios