ribbon

Malditos celos

27 de junio de 2020

|

1d4970e50cb1c30a40f13bed8e827679Estos días en la casa convocaban a una limpieza general de nuevo tipo ya que dependía del ahorro de agua. Conociendo su gusto de habitaciones inundadas y escobas fracturadas de tanto restregar, en sesión solemne familiar, le prohibieron a la abuela la participación en la hazaña. Antepusieron sus problemas de presión y el peligro de un catarro. Así la convencieron a medias y para su gusto, le propusieron otra revisión a tanto papel viejo guardado en las gavetas del tocador. El anciano accedió gustoso porque año tras año, en las limpiezas generales de agosto y diciembre, siempre impulsó en nombre de la contribución a la materia prima. Deshacerse de lo que su pareja, así se dice ahora, registraba dentro de los recuerdos del pasado. Era un hombre conectado a la modernidad.

En verdad, en las gavetas vivían papeles viejos. Cada nota, cada recibo revisado por la pareja, olía a rancio. Siempre él estaba dispuesto a la desaparición. Ella no, se detenía ante cada papel. Otra vez como en la TV se repetía la película. Nuevamente evocaba situaciones anteriores representadas por aquellos símbolos. El recibo de la lavadora Aurika, obtenida al fin en aquella reunión laboral porque ella esperaba el nacimiento del segundo hijo y la peleó con fuerza. Los pañales del primero los lavó a mano y aceptaba el calor de las hervidura, pero el restregar a mano, no. Ante la propiedad de aquel televisor en blanco y negro, volvía a recordar las aventuras vistas junto a los muchachos y le daba por narrar las tramas de las telenovelas, frente al disgusto de él por lo que consideraba una tontería a sus ochenta años.

La anciana se sintió ofendida, pero no replicó. Cerró con fuerza la gaveta y abrió la de las fotos. Esas sí le interesaban a este humano reciclado. Apareció una de él, bate en mano con el uniforme del equipo de pelota pueblerino. Y comenzó a repetir que aquella si era la pelota verdadera, no el béisbol de hoy en que hasta un flacucho da un jonrón. La dama no le dio tiempo. Sostenía una foto tan amarillenta como las demás. Aparecía un adolescente alto y fuerte con una mota en el pelo a lo Elvis Presley. La ochentona en voz acaramelada le interrumpió el comentario deportivo. Este era mi compañero de baile. Éramos los campeones en el rock and roll. Me alzaba por el aire mientras tú nos contemplabas. El aludido gruñó en tono de hombre de las cavernas. Aunque era capaz de teclear un teléfono inteligente del siglo veintiuno, arrastraba todavía los celos del veinte.

Galería de Imágenes

Comentarios