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Maestro de la guitarra

26 de agosto de 2016

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Francisco Tárrega

Francisco Tárrega

 

 

Aunque hoy día se ha hecho costumbre llamar “maestro” a cualquier músico “famoso”, lo mismo que se denomina “conferencia magistral” a todas las disertaciones provenientes de este u otro expositor conocido, algo que a mí me molesta mucho, el verdadero maestro es aquel que ha marcado pautas importantes en la historia de una especialidad (musical o no) y a uno de ellos dedicaré mi comentario de hoy: Francisco Tárrega.
Nació este guitarrista, compositor y pedagogo excepcional el 21 de noviembre de 1852, en Villarreal de los Infantes, España, en medio de un hogar de economía precaria donde su precoz sensibilidad musical sería el asombro de todos, por lo que su padre reunió el dinero necesario para enviarlo a Madrid, en cuyo Conservatorio se graduó en las especialidades de piano y armonía. Sin embargo, el destino le había trazado otro camino musical, la guitarra, que le cautivó al escucharla entre amigos y que llegó a dominar de tal modo, que se ganó el seudónimo de Guitárrega.
Su indiscutible talento como guitarrista no bastaba a este artista, quien comenzó a realizar versiones de obras escritas originalmente para instrumentos de teclado por compositores como Bach y Mozart, entre otros, logrando sonoridades impresionantes en su instrumento que, aunque fue criticado por quienes se mantenían atados a esquemas tradicionales, muy pronto tendrían que reconocer la genialidad de Tárrega, al tener que vencer serias dificultades en la digitación para obtener un resultado tal que le convirtió en precursor de la nueva escuela, gracias a su domino técnico y a su amplio espectro cognoscitivo, basado en sus estudios de piano y en audiciones de obras sinfónicas y de cámara.
Según testimonio de Emilio Pujol, quien fue alumno de Tárrega: “Lo trascendental en la obra de Tárrega es el aporte de una musicalidad superior, que ensancha las posibilidades para elevar el instrumento al nivel de su reflejo. Lo admirable es la calidad espiritual con que fue realizada su labor. (…) Esa pasión por el instrumento humilde, esa mística por el arte y esa hidalguía espiritual vertida tan generosamente en su obra, son rasgos de una raza noble que se recuerdan aún después (…) de su muerte, porque dejaron a su paso una estela inextinguible de eternidad”.
Cierto que hubo importantes maestros de la guitarra a mediados del siglo XIX, como Sor y Aguado, que marcaron pautas en la técnica guitarrística, pero Tárrega logró imprimir al instrumento un sello expresivo nunca antes escuchado, basado en su criterio de que “hay que resolver, de antemano, cuantos problemas puedan surgir de los elementos que contribuyen a la ejecución de una obra: instrumento, manos y espíritu”.

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