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Luis Carbonell en el teatro Hispano de Nueva York (1948)

8 de septiembre de 2014

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Gracias al maestro Ernesto Lecuona, a finales de 1947 Luis Carbonell conoció en Nueva York a la artista puertorriqueña de mayor popularidad en Norteamérica en aquellos tiempos: Diosa Costello, quien en febrero del siguiente año invitó al declamador y pianista cubano a actuar junto con ella en un espectáculo en el teatro Hispano, de esa urbe estadounidense.
Los días en que trabajo en tal espectáculo fueron muy beneficiosos para Carbonell, e, indiscutiblemente, prepararon el camino para el éxito de su recital “Poesía afroantillana”, que el 11 de marzo de 1948 ofrecería en el selecto escenario del Carnegie Hall.
Por el valor que en sí misma entraña, hoy damos a conocer a los lectores de nuestra sección una crítica de las presentaciones de Luis Carbonell en el neoyorquino teatro Hispano. La firma Antonio de la Fuente y se publicó en el semanario “Nueva York al Día” el 6 de marzo de 1948.

 

Entré en el teatro Hispano de incógnito, sabiendo que si sabían que estaba allí, tanto la empresa como los artistas del espectáculo me hubieran rendido por compañerismo toda clase de consideraciones, y entonces me hubieran restado la oportunidad de juzgar a mis anchas al recitador cubano que tantos aplausos escuchó la noche de que hablo.
Y los escuchó, porque Luis Carbonell, recitando el verso negro, cumplió satisfactoriamente su cometido. Tengo la seguridad que de haber estado los autores de los poemas que interpretó, le hubieran rendido un cálido homenaje de simpatía por su labor.
Los artistas que recitan versos, sean o no declamadores —que esto es otra cosa— esperan siempre mis impresiones sobre su trabajo, y hoy, satisfecho en lo más íntimo de mi alma, digo a Carbonell: “Su actuación colmó mi anhelo, su responsabilidad en lo que hacía saltar a la vista desde el primer vocablo que emite”.
En el programa no había, como en otros he visto, el consiguiente “El mejor recitador del verso negro”. Le sobra talento al señor Carbonell para no hacerlo, pero sí podemos asegurarle que siempre que quiera puedo afirmar que su trabajo en “eso” es magnífico. Y lo es porque lo principal para ello es tener en la voz, los matices que la suya, bien timbrada y llena de armonía, pone en acción. Cuando Carbonell habla suena su voz dolorosa a campana, a látigo, a esclavitud… y la angustia y la sensibilidad enriquece los poemas dramáticos, exaltando los sentimientos del que lo escucha con religiosidad.
Vistió de frac y oí decir: “¿De cuándo a donde los negros africanos usan esa indumentaria? “
Si respondía rompía la incógnita en que me desenvolvía, porque tenía que explicarle un puñado de cosas que seguramente los que hablaban no me iban a entender,… pero me quedé con la pregunta “metida en la piña”.
Para salir de ella, me atrevería aconsejar a Luis Mariano que vista sus poemas de acuerdo con la idiosincrasia de nuestras costumbres; esto es, como tenían que vivir, vestir y desenvolverse los que a nada podían aspirar en la “cantera negra”.
Deje el frac —que tan bien lleva— para cuando argumente acción de “salón”, de “aristocracia”, de un “mundo más alto”; vístase típicamente a lo afro-antillano cuado recite versos negros de ese medio ambiente y recuerde siempre que la selva no es el club; póngale a lo africano “su cosa” y usted me dirá, y a la vez responderá a los “preguntones”, la pregunta lanzada para restarle méritos a lo que no se podía: su exquisito trabajo.
Siga un género, el de los poemas negros, deje el otro campo para otros; con éste y su actuación “mirífica” en el piano, le sobrará para que a todas partes lleve el nombre de Cuba, que sé le interesa, “muy alto”; para que sea usted, lo que logra con su talento artístico, uno de los más destacados por su cultura, refinamiento y caballerosidad.

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