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Los órganos musicales en Cuba (I)

22 de octubre de 2019

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Cuando se menciona el término órgano musical, de inmediato se piensa en esos enormes instrumentos de teclado, con tubos, que han sido utilizados en las iglesias desde un pasado lejano. Sin embargo, existen otros, como los organillos que hacían sonar sus dueños en la calle; o los órganos que  proliferaron en Manzanillo y aún se utilizan en festividades y otras ocasiones, sobre todo en la zona oriental del país. A estos últimos dedicaré mi comentario de hoy.

La historia de estos instrumentos en Cuba se remonta al asturiano Francisco Borbolla García, más conocido como “Pancho”, quien era dueño de varias lavanderías en Manzanillo; después tuvo otros negocios y, finalmente, fundó una joyería. Cuentan que era aficionado a los guateques y le gustaba mucho bailar, razón por la cual, cuando supo que en Francia se fabricaban ciertos organillos que producían música por medio de un mecanismo que funcionaba con teclas, de los cuales había uno en Cienfuegos, la curiosidad lo llevó hasta allá y, poco después trajo a Manzanillo el primero, bautizado con el nombre de “Las Dos Banderas”, en recuerdo de su tierra natal (España) y la que lo había acogido como hijo (Cuba). Al comprobar que el instrumento resultó un gran éxito entre los bailadores, decidió iniciar un negocio que le daría mucho dinero: alquilar órganos y, de este modo, comenzaron a llegar a Manzanillo otros que, como usted debe imaginar, producían la música adecuada para bailar, sin tener que alquilar una orquesta.

Cuando en Cienfuegos se agotaron lo organillos, Pancho viajó a París a comprar otros de mayor tamaño, y el número de comerciantes dedicados a este negocio, aumentó en la ciudad. Al mismo tiempo, nuestro protagonista contrató a un cienfueguero llamado Rafael Hidalgo, quien había aprendido en París a confeccionar los cilindros donde se grababa la música, y tenía su taller de reparaciones en casa de los Borbolla.

 

Foto tomada de La Jiribilla

Foto tomada de La Jiribilla

 

Ante la acogida de esos instrumentos por la población, empezó la competencia, y entraron en el negocio otros; pero con el tiempo tuvieron que renunciar, ya que competir con Borbolla era imposible.

En 1900, Pancho visitó la Exposición Internacional de París donde la fábrica Limonaire Frères exhibía sus flamantes órganos, cuyo sistema sustituía al de cilindros, disponía de mayor cantidad de piezas y la manipulación era más sencilla. Por supuesto que Pancho adquirió, de inmediato, uno de esos instrumentos  y un  buen número de piezas. No conforme aún, seis años después envió a París a su hijo mayor: Francisco Borbolla, quien aprendió en la fábrica Limonaire el oficio de construir órganos.

El nuevo don Pancho (hijo del anterior) comenzó a vender los anticuados organillos, y una nueva era comenzaba en el negocio; pero como la historia aún tiene mucho por donde cortar y nuestro espacio es limitado, continuaré la historia en el próximo comentario porque estoy segura de que usted está motivado a conocerla.

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