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Lola Flores

10 de enero de 2019

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Genio, talento y encanto. Eso fue Lola Flores, la reina del flamenco, la cantaora por excelencia, la Faraona de España, como la reconocieron críticos y admiradores.

Fue en el laberinto de luces neón de La Habana de 1956 que irrumpió Lola en todo su esplendor físico y artístico. Eso fue en el mes de abril y aunque por entonces no resultaba fácil abrirse un espacio en las revistas y diarios capitalinos, sus actuaciones, declaraciones y fotografías abundaron en la prensa.

-Si me pierdo, que me busquen en La Habana. Adoro esta ciudad porque me siento en ella como en Sevilla… y porque me pagan mi cariño con la misma “monea”.

A partir del día primero de aquel mes de abril inició sus actuaciones en el desaparecido cabaret Montmartre de la calle O, en El Vedado. El mensuario Show, especializado en temas de televisión y teatro, aseguraba que en la escena era ella todo un espectáculo y en lo privado, una mujer capaz de hacerse amar “hasta de un futbolista de nota”, lo cual era una alusión que Lola se encargaba de esclarecer a los curiosos, al declarar públicamente:

 

Lola se insertó de manera preferencial en la cartelera de aquel mes de abril de 1956, época por la que rondaba los 30 años y era uno de los productos más genuinos del arte español.

En La Habana, Lola Flores concedió varias entrevistas; en una de ellas recordaba una visita anterior, en 1952, cuando actuó en los teatros América y Payret, de la Avenida de Galiano y el Paseo del Prado, respectivamente. “En ambas ocasiones el público me aplaudió a rabiar”, acotaba no sin justificada satisfacción.

En la visita de 1956, Lola llegaba con nuevos números en el repertorio: una versión de Lola Puñales, Limosna de amores, Tanto tienes, tanto vales, La veleta y otras canciones que estaba segura gustarían y todavía hoy escuchamos en su voz con particular deleite.

La creadora de La zarzamora y de Pena, penita, pena realizó aquel mismo año de 1956 una brevísima segunda escala habanera, en el mes de agosto. La revista Bohemia corrió la voz, pero cuando el público vino a saberlo ya era tarde para que sus admiradores le rindieran tributo. Fue solo medio día, camino de España, acompañada por su hermana Carmen.

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