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Leyenda y paradigma

25 de abril de 2017

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Siempre me gusta escribir acerca de los músicos que con menos frecuencia se mencionan en Cuba, porque lo considero un merecido homenaje a quienes, habiendo dejado un legado indiscutible, son opacados por los que están de moda y que casi nunca marcan la historia. Por eso hoy, escogí a quien se ha convertido en leyenda y paradigma del jazz: Emiliano Salvador.

Nacido en la ciudad de Puerto Padre, dio sus primeros pasos en la música a los once años en la orquesta de su papá, donde tocaba percusión cubana, piano y acordeón. Y como sé que muchas personas lo conocieron sólo como pianista virtuoso del jazz, le diré que Emiliano estudió percusión en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y debido a su talento rítmico natural, se convirtió en un extraordinario baterista del género. Pero quiso ir más allá y cursó estudios de armonía, orquestación y composición con Leo Brouwer y Federico Smith, perfeccionando su técnica pianística con María Antonieta Henríquez, quien le introdujo en el mundo musical de los clásicos cubanos como Cervantes, Saumell, Roldán y Caturla.

Emiliano no fue de los músicos que, desde el principio, llegó a la cúspide del éxito, pero cuando lo hizo fue para quedarse en la cima, después de su reconocimiento en Canadá, Europa y América Latina. Si embargo, no pudo disfrutar demasiado del triunfo, porque falleció en plena madurez artística hace exactamente 25 años, dejando una huella imperecedera en el mundo del jazz, luego de ocupar el nivel de grandes pianistas del género, como Chucho Valdés y Gonzalito Rubalcaba, sus más fieles admiradores, junto a jóvenes que le escucharon y reconocen sus aportes musicales, pues creó un estilo propio a partir de las raíces afrocubanas, la música brasileña, el piano clásico, el jazz… y destacó el papel de la mano izquierda en el teclado, algo infrecuente, otorgándole a este instrumento un rol orquestal. Fue de los primeros en interesarse por el free-jazz que hacía Cecil Taylor, quien combinaba las armonizaciones de Thelonius Monk con el pianismo de Béla Bartók.

Hace muchos años, asistí a un homenaje que se le ofreció a Frank Emilio en el teatro Karl Marx, donde Emiliano tocó junto a él y a Chucho Valdés, a tres pianos, pero algo tan importante, no parece haber sido grabado, gracias a la ignorancia sobre el verdadero arte, de quienes pudieron haberlo hecho. Y fue en esa ocasión cuando le escuché decir algo sorprendente: “Admiro mucho a Dámaso Pérez Prado como pianista, pues es un excelente improvisador”. Yo solo sabía que él era el creador del mambo.

Algo que no puedo dejar de mencionar es la vinculación de Emiliano Salvador al Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, creado por Leo Brouwer, donde formó un quinteto junto a Leonardo Acosta, Sergio Vitier, Eduardo Ramos y Leo Pimentel. Fue por aquellos años, cando también acompañó a cantantes como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Chico Buarque.

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