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Las recomendaciones de la locomotora alemana

4 de abril de 2013

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Calificada en tiempos pasados como “la locomotora “ de la economía europea, Alemania se debate ahora en medio de la crisis económica instalada en el Viejo Continente y sin perspectivas razonables de ser superada en plazos relativamente breves.

Por el contrario, todo indica que el drama europeo se prolonga e incorpora nuevas víctimas, como ha sido la pequeña Chipre, país de economía aparentemente próspera en las pasadas décadas que se vio arrastrado por insuficiencias propias pero también en buena medida por la profunda debacle griega, una economía estrechamente vinculada a la chipriota.

En medio de la crisis, Alemania se siente más segura que los demás socios de la Unión Europea y desde esa posición predominante pretende alinearlos tras la receta de la canciller Ángela Merkel que preconiza una contracción fiscal millonaria con austeridad a toda costa como fórmula para rebasar la recesión y retomar el crecimiento gradualmente.

Las autoridades alemanas alegan tener la mayor responsabilidad en el drama, pues su país es el principal contribuyente en los controvertidos “rescates” aprobados por la Unión Europea, son los que tienen más que perder en caso de un colapso generalizado y deben presionar a los más depauperados para que reduzcan los déficit, implementen los recortes y reajustes que les ha dictado la troika Comisión Europea-Banco Central Europeo-FMI y, en definitiva, sigan el modelo orientado por Berlín.

Esta puja tiene, por supuesto, consecuencias políticas y sociales que ya han quedado en evidencia en Grecia, España, Italia, Portugal, Bulgaria y Chipre, -por citar solo los ejemplos más sobresalientes,- así como contradicciones que emergen entre los propios integrantes de la UE, incluida la reticente Gran Bretaña.

Sutilmente ha venido desarrollándose la diferencia de puntos de vista entre los gobiernos de Alemania y Francia, a partir de la llegada al gobierno francés del presidente Francois Hollande, que rompió el feliz binomio Sarkozy-Merkel, estrechamente unido por semejantes opiniones frente a la crisis.

En este sentido, Hollande acaba de expresar con mayor claridad sus ideas al respecto y advertir con preocupación: “Prolongar la austeridad hoy tiene el riesgo de no lograr una reducción en los déficit pero la certeza de volver a los gobiernos impopulares para que los populistas se los devoren cuando llegue el momento”.

Añadiendo aún más: “Acepto perfectamente que los países europeos tienen que ser rigurosos y Francia primero que nadie. Pero no la austeridad porque quedarse con la austeridad condenaría a Europa no solo a una recesión sino a una explosión”.

En pocas palabras, Hollande hace uso de la autoridad e influencia que le asisten como segundo país de mayor importancia dentro de la UE, capaz de ejercer un contrapeso con Alemania, y alerta a los socios acerca de la grave situación que está incubándose mediante la aplicación draconiana de las “medidas de austeridad” recomendadas e impuestas por el gobierno alemán, cuyas expresiones se sienten ya en las calles de muchas capitales y ciudades europeas.

Las recetas de “la locomotora alemana” pudieran descarrilar a los demás carros del tren europeo.

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